La leyenda de Real Madrid en la Champions League es inagotable. Cuando se cree que ya se ha visto todo, surge lo impensado, el mito se agiganta. Sus poderes van más allá de haber conseguido la clasificación para los cuartos de final, poco menos que una rutina para un club dueño de 15 títulos. La última novedad es que hizo caer bajo su embrujo al único futbolista ganador de todo que había en la cancha en el nivel de clubes y seleccionados: Julián Álvarez.
Autor de un golazo en la ida y protagonista de un partidazo en la revancha, la Araña merecía la responsabilidad de ejecutar uno de los penales en la definición. Su remate entró alto, pegado al travesaño, pero en el resbalón en el momento de ejecutar el VAR detectó un doble toque. Derecha e izquierda, supuestamente, imperceptible para la vista humana, de búsqueda microscópica para la tecnología. En el estadio Metropolitano nadie entendía nada; se tardó en asumir que la ejecución de Julián había sido anulada, que la serie de penales quedaba 2-1 para Real Madrid.
Luego, tras el penal que Jan Oblak le atajó a Lucas Vázquez, Marcos Llorente tuvo la oportunidad de establecer el 3-3. Travesaño. ¿Algún duende más en favor de Real Madrid? Por supuesto, el disparo de Antonio Rüdiger alcanzó a ser tocado por Oblak y la pelota entró pidiendo permiso para sellar el 4-2 y la clasificación para enfrentarse en los cuartos con Arsenal, que arrolló a PSV Eindhoven en el global (9-3).
Como en la final de 2016 en Milán, Diego Simeone se quedó a un suspiro de tumbar a Real Madrid. Es la quinta serie eliminatoria que pierde en el derbi por la Champions: dos finales, una semifinal, un cuarto y este cruce de octavos. Su Atlético no logró cambiar la historia ni aun siendo superior, habiendo merecido ganar por algo más que el exiguo 1-0, triunfo con el que contrarrestó la derrota por 2-1 en el Bernabéu. No solamente es del Cholo el maleficio en los penales. Atlético perdió las seis definiciones por ese vía que sostuvo contra Real Madrid en la historia por distintas competencias. Convirtieron Kylian Mbappé, Jude Bellingham, Federico Valverde y Rüdiger; falló Vázquez. Por Atlético anotaron Alexander Sorloth y Ángel Correa; fallaron Julián y Llorente.
Lo más destacado de Atlético de Madrid 1 (2) – Real Madrid 0 (4)
Tuvo fútbol, funcionamiento y corazón Atlético. Se vació y se quedó sin el empuje final para darle el golpe de gracia a un rival inferior en el primer tiempo y de discontinuada reacción en el segundo y en el alargue.
Si la ida había sido una partida ajedrecística, Atlético de Madrid puso el desquite en una coctelera ya al comienzo, todo al amparo de la agitación que bajaba de las tribunas del Metropolitano. Rápido y furioso fue el arranque del equipo de Diego Simeone para conseguir el gol más tempranero del club en la historia de la Champions. Se cumplían 27 segundos cuando después de trazar una diagonal desde la izquierda el inglés Conor Gallagher, una de las novedades en la formación, conectó un centro rasante de Rodrigo De Paul, en cuya trayectoria Giuliano Simeone había intentado empalmar de taco. Julián había estado en la gestación del gol, un anuncio de su notable primer tiempo, en el que cubrió metros hacia atrás en el repliegue y estuvo cargado de dinamita para atacar, con dos remates que exigieron las grandes tapadas a que acostumbra Thibaut Courtois.
Real Madrid había empezado dormido y se encontró con un rival muy activado, con los cinco sentidos puestos en función de la exigencia extrema que planteaba la serie. Atlético desactivó por completo al Madrid en la primera etapa: le negó espacios, lo ahogó redoblando las marcas. Absorbido Mbappé por Josema Giménez y Clément Lenglet, a Vinícius intentaban enjaularlo entre Llorente y Giuliano Simeone, con De Paul también cerca.
Real Madrid tenía una iniciativa estéril, inocua. No había noticias de Bellingham y Luka Modric –su titularidad fue la sorpresa de Carlo Ancelotti– no encontraba socios, compañeros que se desmarcaran. Ni Valverde encontraba espacios para sus agresivas galopadas.
Atlético estrangulaba al rival con su presión en bloque bajo y lo preocupaba con su mayor dinámica para posicionarse en campo ajeno. No cometían fallos los locales, cada uno cumplía con su función. Antoine Griezmann mejoraba marcadamente su producción respecto a una semana atrás.
El conjunto de Ancelotti sufría por el sector de Ferland Mendy, que quedaba en inferioridad cuando se asociaban Giuliano y De Paul, y encima le aparecía el incansable Julián por ese lado. Oblak tenía una noche de lo más tranquila; no había manera de que Real Madrid llegara hasta él o lo inquietara con algún remate de media distancia.
Atlético de Madrid estaba en su salsa: solidez defensiva y metros para el contraataque. Ancelotti tuvo que mover el banco: Eduardo Camavinga por un Aurélien Tchouameni sin brújula y Lucas Vázquez por Modric para que Valverde, lateral desde el comienzo, pasara a un medio campo en el que Real Madrid no tenía peso.
Simeone y el penal de Julián Álvarez
Si sabrá la Argentina lo que puede pasar cuando Mbappé se despierta y sale de ese letargo que en realidad era un engaño, una ficción. En una de las escasas oportunidades en las que Atlético quedó con las líneas separadas, Mbappé sacó al extraordinario delantero que lleva dentro para bailar a Giménez y Lenglet, que le cometió infracción: penal.
Una ocasión de oro para un Real Madrid opaco. Vinícius mantuvo a su equipo en la penumbra con un penal que se le fue a la tribuna. Con la tensión en aumento, el local seguía siendo el equipo mejor estructurado. Courtois tuvo que volver a poner las manos para desviar remates de Julián y Giuliano. Un cabezazo de Lenglet se había ido alto.
El desgaste del local era tremendo. Samuel Lino sustituyó a Gallagher para reforzar el sector izquierdo. De Paul, que había llegado tocado físicamente, salió renqueando. Se llevó una ovación por el despliegue y el carácter para afrontar un partido que era una final camuflada.
Real Madrid había adquirido más filo ofensivo con Brahim Díaz –autor del gol del 2 a 1 en la ida– por Rodrygo. Bellingham también se había decidido a tomar las riendas, jugaba y ponía la pierna. Entró Ángel Correa, el jugador N° 12, el especialista en los tramos finales de los encuentros. Y el grandote Sorloth para aguantar la pelota arriba y darle un nuevo aire al ataque.
Cansancio, desgaste, contracturas musculares, el ácido láctico por las nubes. Los dos apenas podían con su alma en el alargue. Derecho a los penales. Estaba Julián, un ganador, con todo y contra todos. Y apareció Real Madrid para moverle el piso en la competencia que deja huellas indelebles.
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