Antes de entrar en plena temporada de pesca de pejerreyes quisimos buscar las típicas especies de verano, considerando que estos meses son habitualmente los de mayor productividad. Algunos altibajos en los ríos Paraná y Uruguay nos llevaron a investigar e incursionar en el renombrado Río de la Plata, pero esta vez viajaríamos a la parte sur para hacer base y embarcarnos en la ciudad de Berisso. La idea era ir en busca de taruchas, dorados y chafalotes que entran y salen en el delta interior de la zona.
Como inconveniente, hay mucha gente que pesca en los famosos malecones, sin duda, un pesquero espectacular. Pero si buscamos y nos adentramos, también vamos a encontrar arroyos interiores, canales más profundos, algunas puntas con bancos de arena y varios minipesqueros formados por estructuras semisumergidas, plataformas y algún que otro recoveco más.
En esta oportunidad, y para esta salida en particular, veníamos pensando hace un tiempo en comunicarnos con Gaby Capozzi, propietario de El Tano Pesca Deportiva, quien oficia de guía en la zona y es un entusiasta pescador deportivo que cambió parte de su vida para dedicarse de lleno a esto y al cuidado de las especies. Gaby me venía contando acerca de la muy buena pesca que se estaba dando en la zona. Grandes ejemplares de tararira, dorados, chafas y algunas especies más del momento me entusiasmaron. Y, como en toda charla de amigos, traté de desestabilizarlo con alguna broma, diciéndole que no hacía falta que me mintiera, que igual íbamos a ir a pescar. Su respuesta fue la misma de siempre: “Vení y después me decís”. Se alinearon los planetas, buscamos un día de buena temperatura y poco viento, y le dimos forma a lo que sería nuestro próximo relevamiento.
Equipos ideales
Para ello llamé a Mariano Acuña, otro amigo que podía acompañarme, y muy temprano por la mañana nos hicimos presentes en Marinas del Sur, lugar donde Gabriel guarda su embarcación.
Para la pesca que íbamos a realizar necesitábamos llevar cañas de 1,80 a 2,10 m de largo de entre 14 y 20 lb (1 lb = 0,453 kg) de resistencia, tanto para spinning como para baitcasting. Reeles frontales y rotativos medianos, cargados con hilo multifilamento de 40 lb de resistencia y todo el arsenal de señuelos que pudiéramos llevar, dándole prioridad a unos cuantos modelos como los Pirayú 9 y 11, los Rubí Saar, Jerk 9 y 11, Gozio Bendy 1 y 2 soft e intruder, Rapala CD Mag 9 y 11, NG Extreme y Morena, Alfers Banana Nº 2 y 3, Voraz Curva, Raptor Globito y todos los de goma (softs) posibles para pescar sobre vegetación u otros contratiempos.
Si en esta lista no está el señuelo de su agrado, también llévelo porque le puede salvar la jornada, nunca dejar nada en casa. Todo esto es a modo figurativo. Como siempre que vamos a pescar con artificiales, no olvidemos pinza de punta larga, pinza cambia anzuelos y anillas, bogagrip, anzuelos y anillas de repuesto. Anteojos de sol, visera, repelente y protector solar.
Hablamos nuevamente entre los tres integrantes del grupo y decidimos no madrugar tanto para llegar y aprovechar la marea en bajante, por lo cual con estar el día del relevamiento tipo 8 AM, alcanzaba. Mariano me pasó a buscar por casa y tras tomar autopista Buenos Aires – La Plata comenzó nuestra jornada. Parada técnica en una estación de servicio de la zona para deleitarnos con un rico desayuno y a seguir el derrotero hasta la marina. Cuando llegamos, el guía ya tenía todo preparado, así que sólo tuvimos que subirnos a la embarcación y comenzar nuestro día de pesca.
Ahí nomás
En este pesquero las distancias son muy cortas, así que nada ni nadie nos apuraba. Aprontamos los equipos, pasamos los hilos por cada uno de los pasahílos y tomamos la decisión acerca de con qué tipo de señuelo comenzar. Gaby armó una ranita de Rubí, Mariano optó por una de goma con cuchara giratoria y yo sólo tenía ganas de discutir con el guía, así que a eso me dediqué todo el viaje.
La cuestión era que teníamos todo armado para ir en busca de las tarariras pero el guía dijo: “Primero vamos a calentar las muñecas con los dorados” (obvio tuvimos que cambiar los señuelos). Las muñecas las calentamos, pero los dorados ni los vimos… imagínense la charla arriba del trucker. El guía nervioso, nosotros tranquilos y por allá entramos en un arroyo realmente de manual de pesca: árboles caídos, juncos, plantas, muelles derrumbados… La verdadera casa de las taruchas.
Entrando a marcha lenta y bajando el motor eléctrico de proa, comenzamos a castear hacia ambas orillas tratando de despertar alguna tararira. No hubo que hacer tantos tiros hasta que apareció la primera y fue Gaby el que dio el puntapié inicial con la rana de superficie que mostró un espectáculo a la vista de todos. Una vez arrimada a la embarcación, la subimos con el bogagrip, estaba realmente muy entera y superaba ampliamente los 2,500 kg. Ahí empecé: “Se equivocó, es la única que hay…” y todo lo posible para ponerlo nervioso, pero me salió mal, porque al ratito Mariano pinchó otra. Después me tocó a mi y así fuimos contando y concretando unos cuantos piques. Realmente una mañana muy productiva.
Almuerzo de lujo
El sol apretaba y ya habíamos hablado con el parador El Ceibo que está muy cerquita –en Isla Santiago– para acercarnos a almorzar muy bien atendidos. Recuperamos fuerzas y salimos en busca de los dorados, primero en los riachos interiores para pescar en raras estructuras de hierro y algunas puntas de islas. Los dorados no eran muy grandes pero nos dieron una gran satisfacción al pinchar unos cuantos y disfrutar de sus saltos. A tener en cuenta: hay lugares donde está prohibida la pesca, no comprometan a los guías, hagámosles caso.
Luego nos movimos a una punta de isla con un banco de arena y comenzamos a castear con sliders a toda velocidad. Tuvimos algunos ataques pero no concretamos ninguno. De ahí nos dirigimos frente al Astillero Río Santiago. Fuera de la línea de los barcos que están amarrados pudimos concretar varias capturas de dorados de hasta 2 kg, rápidamente devueltos; muy divertido también.
Finalmente, no nos podíamos ir sin visitar los famosos malecones, así que pusimos equipos un poquito más pesados y señuelos de paleta como los Alfers banana Nº 3, Rapala CD 11, Rubí 11 y bananas Raptor y Voraz con paleta 3. La cuestión era entrar a las piedras rozándolas, y para eso debimos arrojar pasados del malecón.
Al recoger con la paleta adecuada tocamos las piedras con la posibilidad concreta de enganche, pero el que no arriesga no gana. El viento estaba un poco molesto pero gracias a la pericia del guía no tuvimos ningún tipo de inconveniente para recorrer ida y vuelta varios de los palos que emergen en la zona y estaban a la vista de todos.
Sinceramente, un día mágico, con una pesca muy significativa a tan sólo 60 km de la Capital Federal. Aún están activas todas las especies que pescamos habitualmente en verano y dentro de muy poco ya estaremos hablando de los pejerreyes.