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Del arte rupestre al Valle de los Reyes: un salto arqueológico desde Catamarca

Tras los primeros años de vida nómada se radicó finalmente en Catamarca, en donde vive hace 35 años.

Su niñez en Belén lo llevó a interesarse en el descubrimiento. La curiosidad afloraba a más no poder. Una suerte de impulso inicial.

“Desde chico tuve la experiencia del descubrimiento. Jugaba con mi primo en las ruinas de El Shincal y tuve una fascinación por los museos arqueológicos, las imágenes, las cerámicas… todo eso va generando una curiosidad particular”.

La Escuela de Arqueología de la UNCA fue creada el 10 de diciembre de 1986. Al año siguiente comenzaron sus actividades académicas y tuvo a la licenciatura en Arqueología como la primera carrera que, a su vez, fue la primera de su tipo en el país. Más adelante se sumaron las licenciaturas en Antropología y en Patrimonio Cultural.

“La carrera de arqueólogo aparece como una carrera exótica. Eso es lo que muestran en las películas de Hollywood. Y uno, más temprano que tarde se da cuenta de que hay algo de eso, del trabajo de campo, de permanecer en el territorio en temporadas largas en lugares agrestes, pero gran parte del trabajo es leyendo, analizando en el laboratorio los materiales, produciendo textos, artículos y libros… Algo más parecido a un trabajo real (risas). Entonces, aquellas aventuras que uno espera como el grueso para su trabajo queda para momentos particulares”, manifestó.

En el horizonte de Quesada y el equipo de investigadores apareció Egipto. “La meca de la arqueología mundial”, dijo el científico.

Esto se gestó tras conseguir un financiamiento extranjero y eso les permitió a los estudiosos volar sobre el océano Atlántico y llegar a la tierra de los faraones. “Fue un equipo binacional, de Argentina y del Ministerio de Antigüedades de Egipto”. Este ministerio fue creado en el 2011 para mejorar la seguridad y evitar el robo de las piezas.

El plantel de investigadores estuvo conformado además de Quesada y Gheco por el ingeniero Alain Viot, los doctores Fernando Marte, María Bernarda Marconetto, Marcos Gastaldi, los licenciados, Eugenia Ahets Etcheverry e Iván Zigarán y la magister Ivana Wolff. Trabajaron en forma conjunta con un equipo del ministerio de Antigüedades.

“Nos convocaron para la tumba tebana 93 perteneciente a Qen- Amon. Fueron 45 días de trabajo. Estuvimos noviembre y diciembre”, comentó Quesada a RE.

“Hay 300 años de investigación desde las invasiones napoleónicas hasta ahora. La arqueológica egipcia es fantástica. Lucas y Bernarda habían estado trabajando en otra tumba con un grupo de Brasil. La arqueología egipcia es gigantesca y tiene una tradición de investigaciones muy largas. Es un orgullo poder integrar un equipo de trabajo que va desde el sur, desde una periferia mundial”, dijo.

Contó que madrugaban a las 5.30 y la jornada de trabajo era desde las 7 hasta las 13. Pese a que era el comienzo del invierno los calores eran intensos. “Elegimos esa fecha para viajar porque en verano hubiera sido imposible. En la tumba era un ambiente oscuro, polvoriento, caluroso”, contó.

“El trabajo era cansador. Había que subir y bajar escaleras. Había sectores inestables, con peligro de derrumbe, pero pudimos hacer una reconstrucción muy fina del proceso de elaboración de frisos pintados en las tumbas”.

Las tumbas eran propiedad de las clases nobles. No cualquiera podía acceder a un espacio privilegiado. “Para los egipcios, las tumbas son máquinas que producen eternidad. La vida eterna no es para todos. Era sólo para los que podían construir una tumba y la posterior momificación del cuerpo”, graficó Marcos.

Estas tumbas luego eran reutilizadas o, en el peor de los casos, usurpadas. “Una vez que estaban en funcionamiento después colocaban más muertos o directamente se las usurpaban. En el período faraónico podía haber una readecuación de la tumba o se cavaba una tumba adicional sin el permiso de los deudos”.

En los trabajos pudieron conocer que estas tumbas, luego del período faraónico, eran empleadas como establo. “Había pequeños niveles de estiércol de cabra y oveja, y en los pilares están las marcas de ataduras de soga”, manifestó.

Finalizada la exploración, el equipo debía presentar un informe preliminar a las autoridades. “La legislación nos pide ese informe que es bastante completo y controlan que no se extraigan materiales, ya que hay mucha práctica de extracción de partes de las tumbas, que se venden o para investigar. Antes, en un momento que el patrimonio no era un tema relevante, había saqueo sistemático para repartir a los museos de todo el mundo”.

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De Oyola al mundo

La “llave” para que el equipo conformado por Quesada, Gheco junto a los investigadores de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) fue la metodología de trabajo empleada en las cuevas de localidades de El Alto y Ancasti.

“Esta experiencia nos sirvió para afinar el ojo”, manifestó Quesada. “La directora del equipo que finalmente fue a Egipto sabía de la metodología de trabajo que usamos en las pinturas rupestres”.

Quesada rememoró con nostalgia que comenzaron con las exploraciones en el 2008 en diferentes puntos del este catamarqueño. “El Taco, La Candelaria, Vilismán y Oyola fueron los lugares en donde comenzamos de una manera muy modesta y ahora somos nueve doctores. Es un orgullo porque ahora estamos formando la tercera generación”, explicó.

El grupo de trabajo se llama “Equipo Interdisciplinario El Alto – Ancasti” y en su cuenta de Instagram @eelaltoancasti hay algunas de sus exploraciones.

“En Ancasti estudiamos los procesos largos de conformación de territorios campesinos con énfasis en los dos últimos milenios”, detalló. El foco fue puesto en localidades de esos departamentos en los que, además, incluyeron la elaboración de un proyecto que prevé un parque temático.

La preservación de estos tesoros arqueológicos es una tarea fina, en la que es vital la concientización de los visitantes. “En Oyola pusimos cartelería preventiva y funcionó bastante bien, porque antes había grafitis, pero ahora disminuyeron o ya no se los ve” y acotó, “en La Candelaria hay lugares que son accesibles, pero al mismo tiempo están muy expuestos, así y todo al ser patrimonios muy frágiles, tienen una conservación bastante buena”.

Quesada enumeró también los otros proyectos de investigación que se encuentra en curso como uno que lleva a cabo en Santa Cruz (Valle Viejo) en donde indaga junto a científicos españoles transformaciones de los paisajes con el impacto de la colonia. También hubo importantes trabajos en Barranca Larga (Belén) y Antofagasta de la Sierra.

Para la parte final de la entrevista es importante recalcar una frase de Quesada: “Sin dudas que la idea de estudiar Egipto o la Mesopotamia estaba latente, pero en caso, el sueño era investigar en Catamarca, era mi deseo y por suerte lo pude cumplir pronto”.

Texto: Pablo Vera

Fotos: gentileza de Marcos Quesada

El CONICET en la mira

“Los ranking internacionales ponen arriba al CONICET y esto pensando en que hay centros de investigación muy potentes. Entonces no se entiende esa duda que hay de la calidad de la investigación científica. No sólo del CONICET, sino de todo el equipo científico nacional. Hablo del INTA, INTI, la Comisión Nacional de Energía Atómica, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales… El sistema científico es bastante diverso y especializado”.

Sobre el viaje a Egipto. “Nos da orgullo porque estamos representando a la ciencia argentina en un lugar que es una meca internacional de la investigación de arqueología y más orgullo porque estamos representando a la arqueología catamarqueña, sobre todo con metodología que aplicamos aquí, exportando experticia”.

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