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Qué patria defiende Cristina Kirchner?

En medio de su interna con Kicillof y buena parte del peronismo, la expresidenta brindó un discurso, ante un auditorio kirchnerista, con motivo del aniversario del 25 de mayo de 1810 y al cumplirse 22 años de la asunción de Néstor Kirchner. Sin hacerse mucho cargo de nada, criticó al Gobierno sin dejar de hacer reconocimientos a la agenda de la derecha. Propuso una Argentina con «nuevas ideas» y atacó a los trabajadores públicos, víctimas de la motosierra de Milei.

En el “Encuentro de la Cultura Popular”, dedicó gran parte de su discurso a denostar al gobierno de Milei y reivindicar su gobierno y el de su marido. Refiriéndose a la situación económica, sus críticas estuvieron centradas en la falta de dólares. Cuestionó solamente el alto grado de endeudamiento, que no es nuevo, y cuya subordinación a los lineamientos del FMI ha significado un empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores y de la pobreza desde el gobierno de Macri y su último gobierno como vicepresidenta. Tampoco se dio cuenta de que, al cuestionar la batalla cultural de Milei frente al hecho de que jamás “el AFIP metiera en cana a alguien en este país por no haber pagado impuestos”, estaba incluyendo a sus tres gobiernos en la misma lista. Del mismo modo, se pisó la cola al señalar la “contradicción fragante” cuando el gobierno dice “que te liberan del yugo opresor del organismo recaudador que te persigue y ¿si fuera tan terrible podría haber un 50% de economía informal?”, cuestión que, en realidad, refiere a que el empleo precarizado o sin derechos fue un rasgo característico de los gobiernos kirchneristas. O al señalar la baja del consumo como si el gobierno de Alberto Fernández no se hubiera caracterizado por una pobreza del 40 % de la población y el grueso de trabajadores en la categoría de pobres. Es decir, desde una crítica de CFK, que no salió de los marcos del neoliberalismo, se pudieron ver los denominadores comunes que determinan, casas más o casas menos, el rumbo económico de un gobierno respecto a las mayorías populares.

Más aún cuando le reconoció al gobierno actual que “en algunas cosas ellos pivotearon sobre realidades”, identificando a la “motosierra” como “una construcción mentirosa pero eficaz”. Eficaz en tanto y en cuanto la “motosierra” se identificó con el odio y la bronca contra el trabajador estatal, de la salud y docente, cuando “el tipo que fue a una oficina a buscar una solución, un trámite, y lo boludearon durante 20 horas, 30 empleados, nadie le solucionó nada, y se fue puteando; el que fue al hospital público a pedir un turno, o no le dieron el turno o se lo ofrecieron para dentro de tres meses; el que no puede pagarle la cuota al colegio privado al hijo y lo manda al público y como lo manda al público tiene clases dos por tres porque le falta el profesor o le falta la maestra”… En un guiño al ajuste y discurso discriminador del gobierno hacia los trabajadores púbicos, los más castigados, identificó la definición de lograr un “Estado eficiente”. No es la primera vez que Cristina Kirchner culpabiliza a los trabajadores públicos. En el caso de los docentes, por ejemplo, jamás lo hace sobre el presupuesto educativo de los gobiernos, que condenan al deterioro escolar desde la falta de escuelas hasta salarios bajísimos, del mismo modo que en el hospital público. Mientras tanto, son los trabajadores de la salud lo que ponen el cuerpo para su funcionamiento lo mejor posible; 12, 24 y hasta 72 horas con salarios paupérrimos.

La autocrítica estuvo dirigida a un replanteo sobre su modelo de protección a la “burguesía nacional”, aplicado durante su gobierno y referido a los grandes empresarios. “No redundaba en una inversión de valor agregado, para mayor innovación tecnológica sino para rentabilidad”, que según datos estadísticos fue de hasta el 400%. O sea, repitió, dicho de otra forma, que durante su gobierno los grandes empresarios se “la llevaron en pala”. Ahora la “novedad” sería apostar a la inversión extranjera, el mismo caballito de batalla del gobierno de Macri y del actual, pero que efectivamente no era el relato del gobierno que se hacía llamar nacional y popular. Aunque si fue una realidad. Como la ex presidenta afirmó: “lo digo desde haber sido el gobierno que tuvo mucha más inversión extranjera directa que los gobiernos neoliberales que nos siguieron, llamó a debatirlo “sin prejuicios ni falsos clichés históricos o culturales”. En el libro de Esteban Mercatante, La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo se puede comprobar, en base a estudios estadísticos, el alto nivel de participación extranjera en la economía, en el 65% de las empresas, y cómo se consolidó la concentración monopólica iniciada en los ’90, bajo la “La ilusión estatalista”, capítulo dedicado al tema. Del mismo modo, se verifica que el ciclo de crecimiento K se gestó sobre los hombros de las “conquistas burguesas” de los ’90, como la precarización laboral y una enorme fragmentación salarial del movimiento obrero. En síntesis, este es el significante de Patria que defiende Cristina Kirchner.

Su propuesta fue cerrar filas alrededor de «nuevas ideas» para terminar con las “discusión de egos y mezquindades y falta de ideas”, refiriéndose abiertamente a la interna que mantiene con Kicillof y buena parte del peronismo, en la que discurso mediante, se siguen desconociendo las diferencias entre sí. Hasta tomó nota de que en las elecciones Milei perdió votos en sectores populares pero también de que el peronismo no los recupera. Recurriendo a la «autocrítica», dialogando con la derechización política y social, y reproduciendo muchos de los sentidos comunes que llevaron a Milei al gobierno, trató, hacia las elecciones de octubre, de salir por arriba de una interna totalmente ajena a las peleas que viene dando el pueblo trabajador para enfrentar la motosierra. Peleas que dio el pueblo trabajador ya sea contra las dictaduras militares, y más recientemente, contra los gobiernos de Menem, De la Rua, y así hasta llegar a hoy, cuando los jubilados son reprimidos por exigir un ingreso digno para poder comer y comprarse los remedios. De esa “patria” es de la que no habla ni le pone el cuerpo Cristina.

Es la patria de los trabajadores y sectores populares, opuesta a la de los capitalistas y los partidos que gobiernan en función de sus intereses, la que está planteada discutir, la que es necesario amplificar a través de la lucha, de la movilización en las calles y de la organización en los lugares de trabajo y estudio y en los barrios. Es el único camino por medio del cual históricamente se han conseguido o defendido las conquistas. Pero además, frente a la crisis de representación del régimen y de sus partidos, aparece en el horizonte la perspectiva de una democracia de los de abajo: un gobierno de quiénes garantizan con su trabajo a diario la producción y los servicios necesarios, como se vio durante la pandemia. Medidas como la revocabilidad de los cargos de funcionarios o que ganen un salario igual al de una maestra, la recuperación de los sindicatos de manos de la burocracia sindical y de todas las organizaciones sociales y estudiantiles hasta la planificación económica del país, decidida por las mayorías trabajadoras de manera directa y pensada en su beneficio: son estas discusiones las que están planteadas, y no si un puñado de grandes empresas y el FMI va a seguir viviendo a costa de nuestras vidas.

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