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Falsa potencia

La desproporción de las reacciones que tiene Javier Milei es atribuida a un carácter impulsivo que lo desbarranca por lo general en el delirio, pero podría obedecer a una estrategia. Dedica los arranques más virulentos a personas prestigiosas en sus profesiones, renuentes a suspender el espíritu crítico frente a sus aseveraciones. Economistas, politólogos, artistas, periodistas… ahora historiadores. Bajo la concepción mesiánica libertaria, se trata de proteger la ortodoxia acechada por herejías varias.

La historiadora Camila Perochena fue blanco de la generosa iracundia presidencial por haberse permitido objetar que la Argentina del Centenario fuera una potencia mundial. Un pecado capital: poner en duda las cualidades del país que Milei propone como una especie de idílica Arcadia a la que es indispensable retornar, anterior al ejercicio del voto popular en 1916 que llevó a Hipólito Yrigoyen a la Presidencia y arruinó todo.

Javier Milei dispara sus agravios más virulentos contra personas prestigiosas que osan cuestionarle las aseveraciones Javier Milei dispara sus agravios más virulentos contra personas prestigiosas que osan cuestionarle las aseveraciones

Según el líder libertario, la Argentina había sido hasta ese aciago acontecimiento una potencia. En una fugaz discusión televisiva con el director de la Casa de Tucumán, José María Posse, Perochena dijo que tal apreciación es falsa y forma parte de las manipulaciones de la historia en las que suele incurrir la política. Sobre el tema, escribió el libro “Cristina y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el pasado”. Milei le empieza a preparar el terreno para otro sobre las mistificaciones libertarias. “PATÉTICA: se jacta de saber historia y arranca negando un dato base. Si llega a revisar las series de Madison le colapsará el cerebro (resulta claro que lo tiene lleno de parásitos)… Fin”, tuiteó el Presidente.

Perochena respondió el mismo día, también por X: “Argentina podía ser rica en 1910, pero eso no la convertía en potencia mundial. Los historiadores no estamos para avalar los mitos que construyen los liderazgos mesiánicos que abundan en nuestra historia”. El lunes se extendió más sobre el tema, en su columna del programa “Odisea Argentina”, que conduce Carlos Pagni. Explicó que las series del economista Angus Maddison con las que Milei sustenta su relato miden el PBI per cápita de 45 países en distintas etapas históricas y la consideró insuficiente para determinar el carácter de “potencia”. En 1913, por ejemplo, la Argentina estaba en el puesto 13 de una tabla encabezada por los Estados Unidos.

La historiadora advirtió la diferencia de escala: Argentina alcanzaba un PBI per cápita de US$ 1770, pero tenía una población de 7,5 millones de habitantes. Alemania, en cambio, estaba en el décimo puesto con un PBI per cápita de US$ 1907, pero con una población de 67 millones. El tamaño de la economía argentina era muy reducido en comparación, lo que le impedía tener el peso de una potencia mundial.

“Hoy, por ejemplo, en el puesto 12 del PBI per cápita está San Marino. Primera en el ranking está Luxemburgo. Esto quiere decir que el indicador de PBI per cápita no es muy bueno para medir si un país fue una potencia o no”, advirtió Perochena.

“En términos de relaciones internacionales, ser una potencia implica poder influir en el orden internacional y moldear las normas del sistema internacional”, definió la historiadora. La Argentina del Centenario “no estaba ni cerca de sentarse en la mesa chica de los países que toman las decisiones centrales”. Ni en el Centenario ni nunca, mal que le pese a la autoestima nacionalista y a Milei.

Perochena enriqueció su análisis con otros indicadores de aquella época como el de la tasa de escolaridad, la expectativa de vida y el Índice de Desarrollo Humano, muy por debajo de lo que sugería el PBI per cápita. También consignó las profundas asimetrías regionales que había en el país de entonces. Esta vez las Fuerzas del Cielo se abstuvieron de desencadenar su cólera sobre la insumisa. Qué raro, habiendo tantos argumentos para desmentirla.

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