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La interna exprés, rumbo al fracaso

jueves, 17 de julio de 2025 00:40

Cada día que pasa toma más cuerpo la presunción de que la última Convención de la Unión Cívica Radical convocó a elecciones internas al solo efecto de sacarse un compromiso de encima y con la intención final de que la interna no se haga. Ocurre que el costo y la logística de una movilización partidaria a las urnas, incluso el cumplimiento de determinados requisitos formales insalvables, restó toda seriedad a ese llamado a concurrir a votar, porque nadie en su sano juicio puede imaginar que se transite semejante proceso en un par de semanas. Tampoco están las condiciones dadas para motivar a los afiliados, con lo cual una eventual elección movilizaría exclusivamente a los dirigentes. Pero no es solo una cuestión temporal: el radicalismo local no puede encarar una interna a menos que alguien aparezca para solventarla, por eso es la fuerza política más perjudicada por la eliminación de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. La supresión de las PASO dejó a los radicales solos con su soledad y un conflicto sin solución a la vista.

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La convención, a diferencia de lo que históricamente ocurrió, no facultó al Comité Provincial a designar por consenso a los candidatos, con lo cual la UCR es rehén de sus propias divisiones y viene a probar la medicina que cuando era oficialismo suministró convenientemente a sus opositores durante 20 años. Atomizado, el radicalismo lanza un lírico llamado a la unidad que es virtualmente inaplicable, entre otras razones porque no se viene una elección ejecutiva que -ante un eventual triunfo- dejaría 5000 cargos para repartir. Aquí no hay más que tres o cuatro sillas apetecibles y demasiada gente bailando alrededor. Esta es una de las razones por las que, con tanto énfasis, algunos promueven la conformación de alianzas, coaliciones o un gran frente opositor. No es estrategia política, es la única opción de competir. Para colmo, a diferencia de los años del macrismo, donde se produjo una simbiosis mágica donde la UCR daba estructura y el PRO aportaba recursos, esta vez Nación no tiene mucho interés en aliarse con nadie y mucho menos de salir a repartir fondos para campañas ajenas.

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Así las cosas, la última interna radical importante para definir candidaturas sigue siendo la que enfrentó a Genaro Collantes y Arnoldo Castillo hace ya 42 años, aquel 11 de mayo de 1987. Evidentemente, a través de las décadas se pierde el ejercicio. Sin salvavidas externos, sin la comodidad de ser oficialismo -cuando disponía de recursos ilimitados-, sin padrinos ni proyectos nacionales contenedores, la UCR se ve en el medio del río electoral con la obligación de salir a flote sola. No será, seguramente, con miles de correligionarios votando el 3 de agosto, como fingió la Convención.

El Esquiú.com

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