El Gran Premio de Hungría, el segundo evento de la Fórmula 1 que se desarrolla desde hace más años de manera consecutiva después de Monza, tiene una historia que no todos recuerdan. Cuando nació en 1986, hace exactamente 40 ediciones, significó un hito histórico: fue la primera vez que el Gran Circo rompió la llamada «Cortina de Hierro» y desembarcó en un país del antiguo bloque alineado con la Unión Soviética.
En la década del ‘80, la Fórmula 1 estaba en pleno crecimiento. Y mientras algunos veían la Guerra Fría como un paradigma de múltiples dimensiones, Bernie Ecclestone, el mandamás de la categoría reina del automovilismo, veía allí una oportunidad. El promotor británico soñó primero con que la Máxima llegara a Moscú, la cumbre soviética, impactado luego de los Juegos Olímpicos que se desarrollaron allí en 1980. Como lo reconoció el propio presidente ruso Vladimir Putin hace unos años, en su ambicioso afán, Ecclestone llegó incluso a discutir su interés en persona con Leonid Brezhnev, el líder soviético de aquel entonces y a quien muchos recuerden por haber sido inmortalizado en la famosa intervención artística del «beso» en el Muro de Berlín, una imagen inspirada por el histórico saludo con su homólogo de Alemania Oriental, Erich Honecker.
Aunque sus intentos se extendieron por algunos años, llegar a Rusia por aquellos años no fue posible. “Me dijo que Moscú era deprimente y que la burocracia, de todas formas, lo hacía casi imposible“, recordó en una entrevista cedida a Reuters Tamas Rohonyi, empresario y viejo amigo del británico, respecto de una charla mantenida en esos días con Ecclestone. «¿Por qué no probar en Budapest?», lo interrogó entonces Rohonyi, quien había nacido en la capital húngara y la dejó después del levantamiento de 1956 contra el régimen comunista.
Todo se desenvolvió a favor del Gran Circo desde ese momento. La política, obviamente, también intervino. Como parte de un mundo que tres años después del primer Gran Premio de Hungría sería noticia por la caída del Muro de Berlín, la nación de Europa Central ya no tenía entonces lazos tan rígidos con la URSS como otros países del bloque soviético. «No necesité convencer demasiado respecto de que ser sede de la Fórmula 1 encajaba a la perfección con nuestros objetivos, ya que nos esforzábamos por demostrar que Hungría era un país abierto, capaz de adaptarse a las exigencias de la vida en Occidente», recordaría el entonces viceprimer ministro Jozsef Marjai en un libro de 2001, según cita la agencia alemana.
La intención inicial de quienes representaban a la Máxima era construir un circuito similar a Mónaco en el parque más grande de Budapest, pero finalmente las autoridades locales tomaron la decisión de crear un nuevo trazado ubicado a 20 kilómetros de la ciudad. La construcción se hizo en tiempo record. Ningún circuito de la Fórmula 1 se levantó, desde cero, con tanta rapidez: los trabajos iniciaron el primero de octubre de 1985 y, ocho meses después, el Hungaroring ya era una realidad.
El 10 de agosto de 1986, la Fórmula 1 cruzó la denominada «Cortina de Hierro» y, finalmente, llegó con todos sus bártulos occidentales al país del bloque socialista. El primer Gran Premio de Hungría de aquel día –quizás entonces no dimensionado en toda su potencia de acontecimiento histórico– fue todo un éxito: los más de 200 mil espectadores que fueron testigos del Gran Circo por primera vez en esas tierras se volvieron un registro de público insuperable en la categoría por prácticamente una década, hasta que lo quebró el evento realizado en Adelaida, en el GP de Australia, en 1995.
En lo estrictamente deportivo, el ganador de aquella carrera fue el brasileño Nelson Piquet, con Williams Honda. El primer GP húngaro, sin embargo, es recordado por un duelo feroz sobre la pista entre Piquet, que ya había sido campeón del mundo dos veces, y su compatriota Ayrton Senna, que disputaba su tercer año en la Máxima. Aquella lucha entregó, en el estreno del Hungaroring, uno de los adelantamientos más espectaculares de la historia cuando el piloto más experimentado logró el sobrepaso por afuera a través de una maniobra audaz y espectacular.
La página oficial de la Fórmula 1 rememora aquel día a través de un recuerdo del periodista húngaro Andrew Frankl: «La BBC, que televisaba la carrera, quería enviar un helicóptero para una toma aérea. ‘¡No!’, exclamó el general ruso al mando. ¿El motivo? Los rusos tenían una base de cohetes a unos cinco kilómetros de la pista. Ahora es un supermercado…».
Después de Monza, que viene congregando a la Máxima sin faltazos desde 1981, el circuito ubicado en Mogyoród es el que más años ha acogido la competencia de la Fórmula 1 de forma ininterrumpida. «Cuando organicé la carrera en Hungría en 1986, todavía estaba en pie la ‘Cortina de Hierro’ y yo estaba tratando básicamente con la KGB, pero realmente quería ir más allá de Europa Occidental, porque el mundo no se limita a Europa Occidental; es un poco más grande», recordó Ecclestone, hace ocho años, en una entrevista con Sky Sport News, según recogió el testimonio el medio neerlandés GPTODAY.net.
El Gran Premio de Hungría cumplirá este fin de semana su edición número 40. Se ha convertido en un clásico de la categoría elite del automovilismo; un clásico que alguna vez fue novedad, causó curiosidad e hizo historia, y que le debe su existencia a aquella primera vez de 1986.