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Editorial
El gobierno nacional enfrenta en estos días problemas complejos de resolver en el terreno en el que se siente más cómodo, que es el financiero. Las dificultades se originan en varias causas interrelacionadas pero que pueden sintetizarse en la desconfianza de los mercados respecto de la sustentabilidad del plan económico. Esa desconfianza se viene materializando de distintas formas, sumando turbulencia a una cada vez más frágil estabilidad macroeconómica. La semana pasada se verificó a través del fracaso de la licitación de títulos: el Tesoro solo pudo renovar el 61% de los vencimientos, lo que significó que quedaron 5,8 billones de pesos con posibilidades ciertas de irse al dólar, lo que hubiese disparado su cotización.
El ministro Caputo, cuentan quienes vivieron de cerca el momento, entró en pánico y solo atinó a una medida de urgencia, impulsada a través del Banco Central, que modera el problema en el corto plazo pero complica severamente el futuro de la economía y consecuentemente de las cuentas fiscales. Se trata de la imposición a partir de hoy lunes a los bancos de encajes más rígidos y más elevados. Los encajes son la proporción de los depósitos que las entidades financieras deben mantener como reservas y no pueden utilizar para prestar dinero. El propósito de esta medida es evitar que esos 5,8 billones de pesos que el gobierno deberá inyectar en el mercado muevan hacia arriba la cotización del dólar.
La medida implica una contribución adicional a la suba de las ya altísimas tasas de interés, que ya llegan al 70% anual, más del doble de la inflación estimada, porque restringe el dinero disponible para crédito. Al respecto, un informe de la consultora Ecolatina señala que“la convalidación de tasas reales cada vez más altas empezará a impactar cada vez más en la actividad real”. Y agrega: “La pregunta clave de todo esto es cuán sostenible es en el tiempo. En suma, la consigna del equipo económico es clara: desinflar, aunque duela”.
No hay programa económico sustentable si solo se basa en medidas destinadas a contener las variables financieras y no a promover el desarrollo económico y productivo. No hay programa económico sustentable si solo se basa en medidas destinadas a contener las variables financieras y no a promover el desarrollo económico y productivo.
La obsesión del gobierno nacional es contener la inflación a como dé manera, con múltiples intervenciones en el mercado financiero -lo que revela una contradicción muy evidente respecto de sus postulados doctrinarios antiintervencionistas-, pero además pisando la actividad económica e impulsando una profundización de la recesión, con el consiguiente riesgo de cierre de empresas y pérdida de empleos, fenómeno que se viene registrando y que advierten con preocupación tanto los gremios como las entidades empresarias. Según la Asociación de Empresarios Nacionales para el Desarrollo Argentino, que nuclea a pequeñas y medianas empresas de capital nacional, actualmente cierran por día un promedio de 40 pymes, y ya suman aproximadamente 15.000 las empresas que bajaron sus persianas desde el comienzo del gobierno de Javier Milei.
No hay programa económico sustentable si solo se basa en medidas destinadas a contener las variables financieras, menos si esas decisiones implican achatamiento de la actividad económica. La sustentabilidad tiene su base en la estabilidad macroeconómica, pero requiere necesariamente de una visión estratégica de desarrollo económico y productivo, visión que permanece ausente en la actual gestión.