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Fiesta del 22 de Agosto: Santa María, Reina del Cielo y de la Tierra

Apenas una semana después de contemplar su gloriosa Asunción al Cielo, la Iglesia nos invita a celebrar otra gran fiesta mariana: la memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina. Esta celebración, instituida por el Papa Pío XII en 1954, es la consecuencia lógica y el culmen de la fiesta del 15 de agosto. Si María fue llevada en cuerpo y alma al Cielo, es para ser coronada como Reina y Señora de todo lo creado.

Una Realeza de Servicio y Humildad

La realeza de María no se parece en nada a la de los reyes de este mundo. No es un título de poder, dominio o riqueza, sino una realeza de servicio, amor y humildad. Ella es Reina porque es la Madre del Rey del Universo, Jesucristo. Como el propio Jesús dijo, «mi Reino no es de este mundo», y Él «no vino a ser servido, sino a servir». De la misma manera, la realeza de María se manifiesta en su perfecta servicialidad a la voluntad de Dios y en su constante intercesión maternal por todos nosotros, sus hijos.

El libro del Apocalipsis nos da una imagen poderosa de su reinado: «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». La Iglesia ve en esta imagen un retrato de María, coronada en la gloria celestial.

Reina y Madre de Misericordia

Al honrar a María como Reina, no solo reconocemos su dignidad excelsa, sino que también nos acercamos a ella con una inmensa confianza. Una reina tiene poder, y el poder de nuestra Madre en el Cielo es su capacidad de interceder ante su Hijo por nuestras necesidades. Por eso, una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano es la Salve, donde la invocamos como «Reina y Madre de misericordia».

En Argentina, y en toda la provincia de Catamarca, la devoción a María como Reina está profundamente arraigada. Cada advocación, desde la Virgen de Luján hasta nuestra querida Virgen del Valle, es una manifestación de esta realeza maternal que nos cuida y nos protege.

Oración a María Reina

Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz. Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.

Oh, María, Reina del Cielo y de la Tierra, te reconocemos como nuestra Madre y Soberana. Ponemos bajo tu amparo nuestras vidas, nuestras familias y nuestra patria. Reina en nuestros corazones para que, como tú, podamos servir siempre a tu Hijo, Jesucristo. Amén.


«Este artículo forma parte de nuestro especial ‘Fe y Devoción en Agosto’. Descubrí la guía completa del santoral del mes haciendo clic aquí.»


Si pudieras pedirle un favor a la Reina del Cielo hoy, ¿cuál sería tu petición? ¡Dejala en los comentarios con confianza!

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