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Tenía 87 años
Fue una figura clave para el género, con una carrera que lo llevó a los escenarios del mundo y a grabar junto a artistas como Astor Piazzolla y Mercedes Sosa.
Raúl Barboza, uno de los máximos referentes del chamamé y figura indiscutida de la música argentina, falleció este miércoles a los 87 años. Nacido en Buenos Aires el 22 de junio de 1938, dedicó más de siete décadas a difundir la música litoraleña, convirtiéndose en un verdadero embajador cultural que llevó el sonido de su acordeón desde escenarios locales hasta los más prestigiosos del mundo. Radicado en París desde 1987, Barboza conquistó primero a músicos de otras latitudes y luego al público internacional, con un estilo inconfundible que lo transformó en leyenda viva de lo que hoy se reconoce como la Nación Chamamecera.
Su extensa trayectoria estuvo acompañada por numerosos reconocimientos. Fue distinguido con los Premios Konex, Atahualpa y el Francisco Canaro de Sadaic en Argentina, y en Francia recibió el prestigioso Premio Charles Cross en tres oportunidades, además de la Orden de Caballero de las Artes y las Letras otorgada durante la presidencia de François Mitterrand. En 2024, la Universidad Nacional del Nordeste lo nombró Doctor Honoris Causa durante la Fiesta Nacional del Chamamé, sumando ese galardón al que previamente le había conferido la Universidad Nacional de Rosario.
Barboza mantuvo siempre un lazo cercano con la región del Litoral y con Entre Ríos en particular. Su última presentación en Paraná fue el 2 de marzo de 2024, en el Teatro Municipal 3 de Febrero, acompañado por el guitarrista entrerriano Nardo González y el percusionista misionero Cacho Bernal, concierto que marcó el cierre de una gira nacional tras su participación en el Festival Internacional del Acordeón en Brasil.
A lo largo de su carrera grabó cerca de 70 discos, participó en bandas sonoras de cine, colaboró en proyectos internacionales y fue retratado en los documentales El sentimiento de abrazar (Silvia Di Florio) y La voz del viento (Daniel Gagliano). Raúl Barboza deja un legado inmenso: el de haber hecho del chamamé un idioma universal.