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La disputa por el agua en Mendoza y la disputa por el sentido en Catamarca. Un libro urgente para nuestro pueblo.

I.

No fue ninguna sorpresa que ayer, los senadores mendocinos hayan aprobado la Declaración de Impacto Ambiental del Proyecto San Jorge, un proyecto de Megaminería de Cobre en plena cordillera. No sorprende que lo hicieron a espaldas de una movilización popular histórica que atravesó todo Mendoza, como no sorprende ya a nadie la desconexión total entre lo que sucede en los ámbitos parlamentarios de nuestra democracia demacrada y corroída y las manifestaciones en las calles. Tampoco sorprende el silencio mediático a nivel nacional, la complicidad de los medios locales y las burbujas aisladas en las que transcurren las vidas de altos funcionarios y altos empresarios en contraste a la realidad cotidiana de miles de argentinos pobres. Nada de eso sorprende, sin embargo, hay algunas cosas que, miradas con detenimiento, nos pueden mostrar algunas pequeñas e importantes «sorpresas».

Catamarca y Mendoza son provincias que tienen imaginarios de larga data sobre la minería y la megaminería. En Catamarca, podemos encontrar un hilo que conecta desde los tiempos incas del inicio de Minas Capillitas, hasta el noventoso Bajo la Alumbrera; hilo a partir del cual la megaminería traza un largo imaginario histórico desde el siglo XIV hasta el XXI. Un imaginario que, en las últimas 3 décadas, permítanme resumirlo de manera simple, tuvo dos o tres caballitos de batalla que han sido repetidos hasta el hartazgo. Discursos que sin duda se han ido modificando, pero que conforman el imaginario histórico de la minería y son claves a nivel cultural. Son, ni más ni menos, los que sedimentan las ideas sociales que se usarán para construir la legitimidad política de esos proyectos. Es decir, son las ideas que se movilizan para conseguir o rechazar la licencia social.

Por ejemplo, en los inicios de la megaminería en la década del ‘90, hubo dos «caballitos de batalla» fundamentales. Uno, el del progreso. Para que este imaginario tuviese éxito, se había construido durante largos años la idea de que nuestros pueblos, eran pueblos atrasados, subdesarrollados, carentes, etc. Esta era una percepción mayoritariamente compartida. Justamente por la validez de esa autopercepción y ese diagnóstico histórico-cultural, es que el ideal del progreso fue abrazado con fervor. Progreso significaba tanto riqueza material (miles de millones de dólares) como, sobre todo, avance cultural y mejor calidad de vida. El progreso podía ser, mejores hospitales, mejores escuelas, mejores caminos, mejores…todo. Definitivamente, ¡cómo no sentirse atraídos! Y en segundo lugar, la megaminería venía con algunos discursos temporales muy específicos: la idea de una «oportunidad histórica» para los pueblos pequeños del interior; una oportunidad que se conjuga por tener, de un lado, la «suerte», la «bendición» cristiana de una tierra rica en minerales; y por el otro, la oportunidad histórica de la demanda del mercado, de las inversiones que eran ahora o nunca. Esta variante temporal también es fundamental en el imaginario de la megaminería, la idea de que la oportunidad es «ahora».

En los últimos 5 años, hemos visto, con alegría y a fuerza de un trabajo inmenso de muchísimos años, cómo ese imaginario se fue resquebrajando hasta casi destruirse. Un fracaso que se produjo tanto por la fuerza de los hechos, básicamente, que el tan mentado progreso nunca se produjo en nuestros pueblos, que la riqueza nunca llegó, y que el trabajo fue escaso y malo. Como también, por miles de estudios, investigaciones, libros infantiles, películas, obras de arte, canciones, etc. etc., que explicaron todas las mentiras que ocultaba esa megaminería y todos los problemas que traía también: la contaminación, la desigualdad, la destrucción de fuentes de agua, la corrupción, el enriquecimiento ilícito, etc.

II.

Volvamos a Mendoza ahora. Sin lugar a dudas, el imaginario histórico de Mendoza es mucho más potente en cuanto a su cultura vitivinícola, el gran pueblo del vino, y a su cultura de turismo, la casa del Aconcagua, la montaña más alta de América. Tal vez por eso, ayer, minutos después de la votación en el senado a favor del proyecto de megaminería de cobre, el gobernador de Mendoza Alfredo Cornejo no eligió hablar del «progreso», de los millones de dólares, de escuelas y hospitales. Tampoco habló de fuentes de trabajo, o del valor cultural de la minería para Mendoza. No, en un post en redes, breve y lleno de grandilocuencia, Cornejo recurrió a los nuevos discursos de legitimación de la megaminería. Y para mí, un asiduo lector de estos temas, no deja de ser una pequeña sorpresa la manera en que esos discursos son usados.

Mendoza dio un paso histórico. Hoy ganó la coherencia, ganó la lógica y ganó la decisión de prepararnos para el mundo que viene.

Con la aprobación de la Declaración de Impacto Ambiental de PSJ Cobre Mendocino abrimos la puerta a la producción de cobre, un mineral fundamental… pic.twitter.com/7kuEKOqimE

— Alfredo Cornejo (@alfredocornejo) December 9, 2025

Hay tres ideas, que son claves en el núcleo de sentido y de legitimidad social, de esa importantísima y, sin lugar a duda, muy cuidada y preparada declaración de Cornejo.

La primera es la idea de que el cobre (o en nuestro caso el litio) es «un mineral fundamental para avanzar hacia la transición energética». En otras palabras, es la asociación, a fuerza máxima, de que megaminería y transición energética son inseparables. O, en otras palabras, la inevitabilidad de la minería como actividad.

La segunda idea que afirma Cornejo es que, extraer cobre para la transición energética, significa «empezar a dejar atrás los combustibles fósiles que contaminan y proteger el ambiente». El subtexto es que la megaminería y la protección del ambiente no son contradictorias, aquí se puede ingresar una lista infinita de memes sobre este absurdo. Pero ante la posibilidad de que alguien note esa absurda contradicción (explotar montañas y ríos para proteger el ambiente), Cornejo afirma que se hará un «Fondo de Compensación Ambiental». Compensación de la destrucción, otra idea, muy repetida en esta época de «deuda del carbono» y ONGs ambientalistas.

Finalmente, para rematar este nuevo discurso, Cornejo afirma: «Podemos avanzar hacia energías más limpias, a modernizar redes eléctricas, electrificar el transporte, entre otras cosas». Nada, pero nada, indica que toda la explotación de cobre que se realizará en Mendoza tendrá alguna relación, por mínima que sea, con la electrificación del transporte. Es simplemente una asociación aleatoria y arbitraria como la de olmos y peras.

Nada del viejo discurso del «Progreso» ni el trabajo, ni el desarrollo local. Lo que, si se repite, es el carácter temporal, la idea de «oportunidad histórica». Siempre es «ahora» el momento. Y esa justificación es más fuerte que cualquier necesidad que pueda tener todo un pueblo, como la necesidad de futuro, la necesidad de agua, montañas y ríos, para la vida que sigue. La economía siempre es más urgente, siempre más importante, siempre el mercado es el que marca el tiempo, la oportunidad histórica, es siempre ahora, no hay mañana.

III. Mentiras del litio. Un libro desde la ciencia y el territorio.

Lo que está pasando en Mendoza es muy importante. El futuro de nuestros pueblos depende de que hagamos frente a las crisis climáticas que serán el eje de nuestros problemas. Ahora mismo Catamarca vive una sequia preocupante y alarmante, y todo parece indicar que año a año se irá agravando, por tanto, el cuidado el agua es un eje fundamental para nuestra vida en el futuro.

Sin embargo, los empresas transnacionales y los gobiernos tienen una capacidad increíble para adaptarse a nuevos discursos y debates, logrando siempre convertir cualquier discurso en un discurso a favor de su negocio, de su mercado y de sus intereses.

La transición energética es el nuevo discurso del progreso. Mucho más refinado, mucho más políticamente correcto, mucho más difícil de desmontar. Está traccionado por universidades, por muchas ONGs que ya sea (por buenas intenciones o manipulación explicita) lo divulgan y ponen en el centro del debate. Por eso Cornejo puede armar esa asociación tan incoherente y contradictoria de ideas para legitimar la aprobación del proyecto San Jorge, por eso pueden aprobar un proyecto de megaminería hablando de transición energética, protección ambiental y energías limpias, sin ningún tipo de problema.

Para cerrar, se necesitarían varios libros, con muchos datos, con informes científicos, con explicaciones simples y a la vez profundas, con un lenguaje científico, pero también de divulgación para poder mostrar fehacientemente todas las contradicciones y todas las mentiras de ese discurso que construye Cornejo para legitimar la megaminería. Por suerte, existen libros como esos. Como el libro que se presentó en septiembre acá en Catamarca y que se titula: «Mentiras del Litio.  Un libro desde la ciencia y el territorio». Un libro de fácil lectura al que cualquier persona puede acceder de manera gratuita. Un libro para comprender todas y cada una de las mentiras que los Cornejo y los Jalil nos venden dia a dia, como para comprender que la megaminería no es urgente, que lo urgente es cuidar el agua y la vida, no para «ahora», sino para el futuro.

Manuel Fontenla, docente e investigar de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA)

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