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Adiós a BB, leyenda del siglo XX

lunes, 29 de diciembre de 2025 02:36

Si no fuera porque siempre se resistió a ser encasillada como “mujer objeto”, se diría que Brigitte Bardot –fallecida ayer a los 91 años- fue uno de los principales productos de exportación de la Francia de la segunda mitad del siglo XX. 

Sex-symbol internacional a partir de su protagónico en Y Dios creó a la mujer (1956), BB se convirtió de la noche a la mañana en emblema de la revolución erótica de su época y su fama fue tal que en 1969 se eligieron sus facciones para ser la modelo de “Marianne”, iconografía nacional de Francia. Así, su rostro apareció en estatuas, sellos postales e incluso en monedas. Esa notoriedad no le impidió tomar la drástica decisión de retirarse del cine cuando apenas tenía 39 años, para dedicarse a la defensa de los derechos de los animales.

Condenada cinco veces por incitación al odio racial, Brigitte Bardot fue durante treinta años una excepción en la cultura francesa, la única celebridad que defendió abiertamente la extrême droite. 

Personificación de la libertad femenina, su rechazo a las convenciones sociales la llevó, tras su carrera como actriz, a traspasar los límites de la corrección política, a medio camino entre el gusto por la provocación y el racismo más descarado. 

La potencia de su irrupción en las pantallas de todo el mundo a caballo de su descomunal belleza hace más de siete décadas, cuando todavía era una adolescente, puede medirse por el hecho de que nunca fue olvidada a pesar de que se retiró en la plenitud de su carrera, en 1973, cuando todavía no había cumplido 40 años. 

El realizador francés, Roger Vadim, que fue el primer amante de BB cuando ella todavía era menor de edad y que hizo para ella la película que la lanzaría al mundo, con la cual Bardot comenzó a competir en popularidad nada menos que con Marilyn Monroe, al vender más de 16 millones de entradas en la taquilla de los Estados Unidos. 

No fue, sin embargo, la primera película de BB, que ya había tenido papeles de cierta importancia desde unos años antes.

En los Estados Unidos, donde se estrenó en octubre de 1957, la película desencadenó una intensa campaña por parte de las iglesias.

“En Filadelfia, la sexta ciudad más grande del país, los inspectores allanaron los cines para confiscar copias en nombre de una ley que prohibía los espectáculos obscenos”, recordaba el periódico Le Monde. 

El arzobispo de Lake Placid “intentó comprar todas las entradas para que nadie pudiera ver la película”.

Los films posteriores de Bardot, sin embargo, por más que fueron casi siempre exitosos, fueron menos famosos y notorios que su interesante colección de maridos y amantes.

Desde su retiro del cine, vivió siempre en su villa en Saint-Tropez, donde no dejó de difundir los comentarios más racistas e injuriosos que pudieran concebirse. 

Aun así, el presidente de Francia, Emanuel Macron, no dudó en despedirla con honores: “Brigitte Bardot encarnaba una vida de libertad. Existencia francesa, brillo universal. Ella nos conmovía. Lloramos a una leyenda del siglo”.

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