El barrio de Recoleta, en pleno Buenos Aires, acaba de ser invadido por un enorme monstruo de nueve metros de altura, 40 de largo y afilados dientes. Pero tranquilos, no es agresivo como los cascarudos de “El Eternauta” ya que era un animal herbívoro. Durante su época de esplendor, hace 101 millones de años, este dinosaurio “récord” —es el más grande identificado en el mundo— deambulaba por lo que hoy es estepa patagónica. Y ahora la réplica exacta de su esqueleto fue instalada en el Parque Thays para la sorpresa y admiración de los más chicos y el aprendizaje de los más grandes.
“La idea de instalar en la ciudad de Buenos Aires esta réplica del Patagotitan mayorum es ayudar a difundir las temáticas de la paleontología, especialmente entre los más chicos”, le explicó a PERFIL Matias Cutro, referente del Museo Egidio Feruglio (MEF), que funciona en Trelew y que en sus colecciones suma más de 40 mil piezas de fauna y flora antigua, obtenida de los ricos yacimientos patagónicos.
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Cutro recuerda que “cuando llegan al museo, los que más suelen saber de estos temas son los chicos. Y casi todos suelen decir que quieren trabajar con dinosaurios. Y luego de venir, todos -chicos y grandes- quedan fascinados”.
En particular, al ser el “más grande”, esta réplica del Patagotitan fue muy demandada por otros museos del mundo para montarla y exhibirla. “Este y otros ejemplares similares están siendo exhibidos en forma permanente en museos de Nueva York, Chicago y Londres. Y también mandamos réplicas a muestras itinerantes en España, Colombia, Brasil y Australia”.
El armado de la réplica del dino puede tomar cuatro días (Foto: GZA MEF).
Un megadino «argentino»
“Tenemos sólida evidencia científica que nos permite afirmar que el Patagotitan fue el mayor dino hasta ahora descubierto que vivió en la Tierra”, le explicó a PERFIL el paleontólogo José Luis Carballido. Y este investigador del Conicet e integrante del equipo del MEF detalló: “llegamos a esa conclusión tras haber podido recuperar más de 130 huesos en buen estado que estaban sepultados entre capas de roca y sedimentos del Cretácico Inferior. Es decir que estos animales recorrían esas regiones hace algo más de 100 millones de años. En este caso, en base al análisis de los huesos y su reconstrucción, calculamos que estos animales medían unos 40 metros de largo y nueve de alto. Solo su cuello ya tenía una docena de metros. Y los ejemplares adultos pesarían alrededor de 70 toneladas”.
El animal medía unos 40 metros de largo, algo más grande que un avión de pasajeros mediano. (Foto: Sergio Piemonte)
Del yacimiento del que extrajeron estos restos en varias campañas hechas entre 2013 y 2017, lograron identificar que pertenecían a, al menos, seis ejemplares diferentes de esta especie. Y la característica más llamativa de estos animales es su enorme volumen, al que los expertos se refieren destacando que es más grande que un avión de porte mediano.
“Creemos que el gran tamaño corporal de los Saurópodos (dinosaurios herbívoros de cuello largo) está relacionado con una estrategia evolutiva que ayudaba a evitar la predación: a mayor volumen, tienen menor riesgo de ser atacados por un dinosaurio carnívoro. Claro que el tamaño máximo que pueden llegar a alcanzar depende de muchas variables ecológicas y fisiológicas”, contó Carballido. Y enumera que estos bichos tenían ciertas características que les facilitaban semejante tamaño. Por ejemplo, una cabeza muy pequeña y un cuello muy largo respecto al cuerpo. Eso les permitía cubrir un área de forrajeo grande sin necesidad de trasladar el cuerpo. Algo lógico, pensando en que tener que mover sus más de 70 mil kilos de peso representaba un gran gasto energético.
El paleontólogo José Luis Carballido. (Cedoc / Perfil)
¿Qué comían los Patagotitan para alimentar y darle energía a semejante masa? Forrajeaban follaje, hojas y ramas que arrancaban y aserraban con sus dientes filosos y su poderosa mandíbula.
Finalmente, ambos expertos recuerdan: ¿para qué visitar esta, y otras, reconstrucciones de nuestro mundo de hace cientos de millones de años?
Y coinciden en su respuesta: “ir a ver dinos, visitar un museo paleontológico, saber cómo se hacen las campañas de investigación y reconstrucción, les genera una gran invitación a la curiosidad y a un encuentro con la ciencia que suele dejar su huella”.
La fábrica de réplicas en el museo
Hace ya cuatro años el MEF decidió abrir una línea muy original para hacer difusión y también para buscar recursos genuinos que les permitan seguir investigando el pasado: la “fábrica de dinosaurios”. Según Matías Cutro, “en un predio del parque industrial de Trelew montamos una verdadera fábrica de réplicas de dinosaurios de alta calidad, que depende del Museo. Allí trabajan carpinteros, herreros, artistas plásticos y también los investigadores. A veces formando equipos de hasta 30 personas, dedicados a preparar y montar copias exactas en 3D de los esqueletos originales de los diferentes ejemplares desenterrados en Patagonia. Estos esqueletos pueden venderse en forma definitiva o ser alquilados para muestras itinerantes. Y como es un tema que requiere de altísima especialización científica y técnica, la fábrica argentina hoy resulta ser una de las productoras de réplicas más prolíficas y demandadas en el mundo para este tipo de producciones. Ya hicieron, por varias ventas y también muestras, con una amplia cantidad de réplicas de diferentes dinosaurios que fueron vendidas a otros museos o fueron alquiladas para giras y exhibiciones.
En Añelo no solo aparece petróleo
Mientras tanto, otro grupo de investigadores del Conicet presentaron esta semana un nuevo hallazgo que hicieron en el departamento de Añelo, Neuquén, la sede de Vaca Muerta. Se trata de restos fósiles de un nuevo dinosaurio de la familia de los rebaquisáuridos, un grupo de dinosaurios saurópodos que habitó la región hace aproximadamente 95 millones de años. La nueva especie, bautizada Astigmasaura genuflexa, fue presentada en un artículo publicado en la revista científica “Cretaceous Research”.
Una nueva especie encontrada en plena zona de Vaca Muerta. (GZA: Flavio Bellardini).
Astigmasaura era un cuadrúpedo herbívoro de cuello y cola larga, medía unos 18 metros de largo y pesaba más de 10 toneladas. Flavio Bellardini, becario posdoctoral del CONICET y primer autor del paper, recordó que “que es la primera vez que se descubre la parte posterior del esqueleto de un rebaquisáurido, con ambos miembros traseros, la cadera y la mitad anterior de la cola perfectamente preservados. Eso nos permite entender mejor una parte de su anatomía aún poco conocida”.