domingo, 20 de julio de 2025 00:37
1. Negación
En ocasiones les toma mucho tiempo darse cuenta o aceptar que se ha sufrido un abuso. El evento puede ser bloqueado por mucho tiempo, y es usualmente la aparición de síntomas como la depresión o los trastornos sexuales lo que llevará a la persona a trabajar sobre su sufrimiento y a aceptar hablar al respecto. Es el primer paso de la curación.
Hablar acerca del traumatismo, hacer conciencia de la realidad: « he sido abusada/o », puede ser un choque muy fuerte. La persona comprenderá la extrema repugnancia que experimenta al admitir que su cuerpo y su espíritu han sido violentados. El deseo olvidar lo que ocurrió, de jamás haberlo vivido, es tan intenso que tenderá a refugiarse en la negación: “Eso no me pudo haber ocurrido”.
2. Culpabilidad
La experiencia de un abuso es tan abrumadora que hace que se pierda el control de distintos mecanismos de control y defensa que normalmente generan estabilidad emocional y autoestima. Esto ocasiona que pensamientos negativos invadan a la persona: “¿habrá sido mi culpa?”, “¿podría haberlo evitado?”.
Es crucial para la persona que ha sufrido abuso entender que su culpabilidad está asociada al desfase entre lo vivido en el pasado (y las razones por las cuales era imposible evitar el abuso: su tierna edad, su ignorancia y su total confianza), y su vivencia actual, en donde ya es mayor, tiene más recursos, es menos ignorante y ha aprendido a protegerse. La víctima se siente culpable porque mira los eventos pasados con los ojos del adulto alerta que es hoy día.
Ahora bien, en aquel entonces, ella no poseía los recursos suficientes para protegerse e impedir el abuso. También es importante hacer entender a la víctima que el abusador se aprovechó de ciertos puntos débiles, que sin embargo son propios y naturales de la edad: por ejemplo de su ternura legítima, de su confianza total propia de todo niño, de su necesidad de afecto.
Advertir todo esto ayuda a la persona a no sentirse responsable y a liberarse de culpas que viene arrastrado. Sin embargo, el proceso de curación es largo y es recomendable mucha paciente para el paciente como para el terapeuta.
3. Hablar puede costarle caro
Cada vez que la persona que sufrió abuso se sumerge en el horror de su pasado, debe pagar un precio muy alto. Al intentar olvidar el abuso y pasar la página, se construye un cierto equilibrio, por ejemplo con sus familiares y amigos. Es importante entender que se trata de un falso refugio.
Si decide revelar la verdad, corre el riesgo de desorganizar este equilibrio y de suscitar presiones de sus cercanos. Existe siempre el riesgo de toparse con falsos consejeros que se preocupan más de la tranquilidad y del qué dirán, que pueden incluso acusar de mentir o de exagerar, le reprocharán el recordar el pasado y le incitará a minimizarlo, a dejarlo atrás, incluso a perdonarlo.
El resultado de este es el riesgo de que la persona víctima de abuso termine siendo percibida como responsable del abuso.
Evidentemente, esto sería una re-victimización de la persona.
El psicólogo puede ayudarle a evaluar la importancia de esta lucha que deberá librar para salir de los falsos refugios (del silencio). Podrá ver que muchas veces quienes quieren impedir que esto salga a la luz son las personas que debieron asistirle en aquel momento: los familiares o responsables de alguna institución.
4. La vergüenza
Un abuso sexual marca a la persona, la orilla a esconderse de los demás. La vergüenza es una mezcla de miedo al rechazo y de enojo hacia el abusador. La vergüenza tiene que ver con la manera en que la víctima se mira a sí misma; ella se mira como manchada de por vida. Es esta mirada que debe de cambiar.
5. El odio
La vergüenza lleva a la persona a dos salidas: menospreciarse a sí misma u odiar a los que se asemejen al abusador. En los dos casos el resultado es el mismo: la auto destrucción, pues el odio a sí mismo o el odio a otro son ambas destructivas.
El autodesprecio tiene la función de atenuar la vergüenza, de dar ilusión de controlar el sufrimiento y evitar así buscar cura a su ser. Sin embargo, a largo plazo, el autodesprecio puede conducir a la bulimia, a comportamientos dañinos e incluso al suicidio.
Es importante entender, además, que si bien es prudente y razonable mantenerse alejado de la persona abusadora o de personas similares, e incluso despreciar a este tipo de personas, hay que tener cuidado con el odio experimentado.
El odio que siente la víctima no tiene que corresponder a un sentimiento ni creencia de que la persona que abusó de ella destruyó algo irreparable de por vida. Es crucial tener cuidado de no darle un poder omnipotente al abusador. Si bien supone uno de los golpes más duros que nadie pueda recibir, de ninguna manera vamos a permitir que ese daño sea irreparable. La víctima tiene que ser capaz de decir:
“Lo que me hizo perder este abusador, voy a ser capaz de recuperarlo a como dé lugar, pues sus acciones no provinieron de ninguna fortaleza suya, sino de su más inmunda debilidad e impotencia; y yo voy a ser más fuerte que eso”.