Sztulwark comienza su análisis calificando el resultado electoral como una «derrota de Milei», más que una simple victoria de la oposición. Esta distinción es fundamental para comprender su perspectiva, ya que considera que el voto fue mayormente un rechazo a las políticas del actual gobierno. Para describir la esencia de la administración de Milei, Sztulwark retoma la expresión de Alejandro Horowicz: la «crueldad estratégica». Este concepto es clave, ya que evita la artificial división entre política económica y modales del gobierno.
Según Sztulwark, la política económica del gobierno es inherentemente agresiva, y todas las demás agresiones que se observan en el grupo de gobierno son coherentes con esta política fundamental.
El problema central que se planteaba, según el invitado, era cómo deslegitimar, frenar o transformar esta «crueldad estratégica». La elección de la provincia de Buenos Aires representa, en este sentido, un punto de inflexión. Durante el año 2025, se había generado la expectativa de que el rechazo a la política de Milei se manifestaría principalmente a través de una creciente deserción del acto electoral, es decir, un ausentismo cada vez mayor. Esta tendencia, de haberse consolidado, planteaba la inquietante pregunta de qué seguiría si las personas se desvinculaban del acto electoral, deslegitimando así el conjunto del sistema político. ¿A qué se podría convocar a un electorado que primero vota a Milei y luego deja de votar?.
Sin embargo, la elección en la provincia de Buenos Aires modificó estos supuestos. Aunque el ausentismo fue alto —el 61% de participación es un ausentismo considerable, quizás el mayor para este tipo de elecciones en la provincia, aunque su carácter muy local dificulta comparaciones definitivas—, lo más significativo fue que ni siquiera el propio gobernador esperaba tal nivel de participación y masividad del voto. Esto sugiere que, más que una deserción, lo que triunfó fue un «voto rechazo».
La composición del «voto rechazo»: Un agregado de luchas y demandas
Sztulwark se pregunta de qué está hecho este voto que derrotó a Milei, y su respuesta es contundente: está hecho de un agregado de un conjunto de luchas y demandas que se fueron expresando con claridad desde la asunción de Milei, y muy fuertemente durante el año 2025. Estas son demandas o protestas que, por sí solas, quizás no lograron generar un escenario contundente, pero que, agrupadas en este voto, produjeron de golpe una escena de gran impacto.
El invitado enumera una serie de conflictos que contribuyeron a este «voto rechazo»:
• Las demandas de los jubilados.
• Las protestas de las personas con discapacidad.
• Los reclamos por la salud pública, ejemplificados en el conflicto del Hospital Garrahan.
• Los despidos masivos.
• La marcha espectacular del 1 de febrero de 2025, una movilización antifascista y antirracista en respuesta al discurso de Milei en Davos.
• La movilización masiva cuando se encarceló a Cristina Fernández de Kirchner.
• Las marchas universitarias.
• Las marchas sindicales.
• Las marchas del 8 de marzo (8M) por los derechos de las mujeres.
• Las marchas del 24 de marzo en conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
Sztulwark subraya que las primeras de estas luchas (jubilados, discapacidad, salud, despidos, marcha del 1F, Cristina) son respuestas directas a la «crueldad estratégica» del gobierno. Destaca el conflicto en torno a la discapacidad como paradigmático, ya que generó un movimiento social en un ámbito donde era difícil que se constituyera uno. Esto, para Sztulwark, confirma la capacidad de la sociedad argentina de crear movimiento social donde hay víctimas, buscando una salida incluso donde parecía no haberla, lo que conecta con el subtítulo de su propio libro, «Buscar una salida donde no la hay», y que evidencia cómo un proceso político bloqueado por el ausentismo reacciona produciendo un movimiento capaz de generar efectos políticos.
De víctimas a resistentes: La capacidad de lucha popular
Una de las reflexiones más interesantes de Sztulwark surge al abordar el concepto de «víctimas». Señala que, si bien él habló de las víctimas de la crueldad de Milei, los jubilados movilizados, muchos de ellos con una tradición de lucha y resiliencia desde los años 70, no se sienten cómodos siendo catalogados como víctimas. Por el contrario, se ven a sí mismos como un emblema de resistencia.
Sztulwark profundiza en esta idea, argumentando que desde el año 1977 en Argentina, con el surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo, el núcleo más importante de la lucha popular ha sido la conversión de un grupo sometido como víctima en un actor resistente. Es decir, se transforma un intento de reducir a un grupo a la condición de víctima en una iniciativa combativa y militante. Este «gen», como lo llama Sztulwark, se observa claramente en los organismos de derechos humanos, y lo ve presente en casi todos los movimientos sociales importantes de Argentina, como el movimiento piquetero y los movimientos feministas. Allí donde se intenta victimizar, hay una capacidad de convertir esa situación en un proceso de lucha y resistencia.
Como ejemplo de esta dinámica, Sztulwark menciona que, después de la gran marcha del 1 de febrero de 2025, las marchas de los miércoles de los jubilados ganaron mucha más visibilidad y se convirtieron en un lugar de resonancia para otras luchas. Ni Una Menos, la gente del Garrahan e incluso hinchas de fútbol se sumaron a actividades en la Plaza de los Jubilados, evidenciando cómo ese núcleo combativo de jubilados empezó a convocar y a poner en serie a otras luchas durante el 2025.
El perfil del votante de Milei y su desengaño
El análisis de Sztulwark también aborda la evolución del voto a Milei, observando que la elección en la provincia de Buenos Aires, al igual que había ocurrido en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) meses antes, reveló un voto más concentrado en las clases altas, con una diferencia aún mayor en los barrios populares. Esto, según el invitado, comienza a desmentir la narrativa inicial de una posible «derecha de voto popular» o «plebeya».
Sztulwark identifica dos versiones para interpretar este fenómeno:
1. La versión de La Libertad Avanza: Sostiene que existe un «núcleo duro mileísta» al que se sumó el voto macrista en el balotaje de 2023, y que ahora este voto macrista se habría retirado por ser un «voto republicano». Sztulwark, sin embargo, cuestiona fuertemente el uso de la palabra «republicana» en este contexto, señalando el historial de Patricia Bullrich (con casos como Maldonado y Nahuel) y la inconsistencia de estos conceptos vaciados.
2. La lectura que Sztulwark considera más interesante (basada en el mapa de votos): Constata que quienes abandonan el voto a Milei son votantes más jóvenes, de barrios populares y con trabajo precario.
La razón de este cambio, según Sztulwark, es que quizás estas personas habían votado a Milei inicialmente porque lo veían como un instrumento para humillar a quienes los habían humillado, una suerte de denuncia contra una política argentina poblada por personas sin credibilidad. El «grito» y la denuncia de Milei despertaron simpatías en quienes deseaban expresar ese mismo gesto. Sin embargo, después de un año y medio o dos de gobierno, al ver la realidad de la administración, estas personas empiezan a dudar y ya no quieren apoyar ese proyecto. Este dilema político es muy interesante para Sztulwark, ya que evita la realización de fantasías como la expresada por Agustín Laje, quien provocadoramente sugirió que Milei estaba fundando un «partido de los trabajadores precarios».
Además del impacto del plan económico, que beneficia a un sector alto de la sociedad y deja en el camino a otros, Sztulwark plantea un factor que no debe menospreciarse: los audios de la persona a cargo de la Agencia de Discapacidad del Gobierno. En estos audios, se confiesa que la hermana del presidente estaba «robando dinero» y quedándose con un porcentaje. La aparición de esta información en medio del conflicto por la ley de discapacidad pudo haber generado un efecto significativo. La idea de soportar un ajuste porque se cree que el gobierno atacará los privilegios y la «casta» para producir una situación mejor, se derrumba cuando se escucha que el dinero que se niega para los ciudadanos se lo están «robando».
El malestar social como conductor y la apertura a la izquierda
Sztulwark tituló una de sus notas con una reflexión clave: «El malestar social conduce». Para él, el momento más oscuro en el pasado reciente fue cuando parecía que el mileísmo era capaz de organizar el malestar de la sociedad. Esto es problemático porque si los deseos antisistema son organizados a partir de la creencia de que el sistema no se puede transformar, toda la rebeldía queda impotentizada y neutralizada. En este sentido, la ultraderecha es un «dispositivo contrarrevolucionario o antirrevolucionario muy sofisticado», que apela al sentimiento antisistema y transformador de sectores con un malestar legítimo, pero que luego lo neutraliza porque esos movimientos ya tienen la convicción de que no hay transformación posible.
Este momento de «indiferencia radical» frente a las agresiones más pesadas del presente, como el apoyo de Milei a Netanyahu en medio de un genocidio (siendo Milei «prácticamente el único» en hacerlo, incluso evitado por Trump), representa un modelo de identificación popular «muy complejo y perverso». La figura de Milei, al ser percibido como alguien «bulineado» o «afectivamente trastornado», parece darse el lujo de hacer cualquier cosa y aliarse con la «máquina de explotación y de brutalidad» sin ningún costo. Sztulwark conecta esto con la historia del fascismo, aún si no caracteriza el régimen actual como fascista.
Sin embargo, la aparición de reacciones de lo que Sztulwark, citando a Spinoza, llama un «conatus colectivo» es una «gran novedad». Esta tendencia de sectores de la sociedad a movilizarse, a que «una lengua resista», a intentar comprender y formular colectivamente los problemas propios, a pesar de la falta de salidas o representación política consolidada, es muy significativa. Cuando el invitado dice que el malestar conduce, quiere decir que la vía mileísta para el malestar queda deslegitimada, abriéndose un espacio para lo que genéricamente denomina «la izquierda». No se trata de una definición rígida de la palabra, sino de la idea de que el malestar vuelve a colocarse en un lugar crítico y no es conducido políticamente por un formato previo, ni cree necesariamente en la palabra política convencional, sino que busca sus propios medios. Para Sztulwark, que el malestar conduzca es, en principio, una «muy buena noticia», porque permite que los lenguajes críticos, descriptivos y denunciativos vuelvan a entrar en contacto con el malestar, con los «cuerpos sufrientes» y con las «fuerzas». Esto implica que las retóricas progresistas, que a veces pueden desprenderse y volverse inofensivas, recuperen la fuerza del malestar, a la que considera «poderosa».
El Peronismo ante sus contradicciones: Victoria de Kicillof y desafíos programáticos
Al abordar la situación del peronismo, Sztulwark analiza la victoria de Axel Kicillof, que muchos ven como una renovación o un ganador de la jornada. Sin embargo, el invitado matiza esta lectura: si bien Kicillof no ha perdido elecciones y se le reconoce una buena administración incluso con menos presupuesto, y hay un arraigo fuerte del peronismo kirchnerista en el conurbano que le permite mantenerse, el peronismo en su conjunto no necesariamente «volvió a enamorar». Más bien, fue la herramienta utilizada para castigar al gobierno de Milei y expresar ese malestar social.
La complejidad radica en que el mismo movimiento político que triunfa en estas elecciones fue el que gobernó durante los cuatro años anteriores, un gobierno que implicó un «retroceso de ingresos muy traumático». El propio peronismo que ahora gana enfrenta un proceso de discusión interna muy complejo, que aún no se expresa como una diferencia conceptual clara. Aunque se identifican grupos (como La Cámpora o el sector de Kicillof), no hay diferencias programáticas comprensibles que permitan pensar qué viene después de Milei.
Sztulwark enfatiza la necesidad de clarificar qué se quiere hacer en puntos cruciales para la Argentina:
• Deuda externa: Considera absolutamente prioritario clarificar la postura, ya que el gobierno de Alberto Fernández convalidó la deuda de Macri, y ahora se sumaría la de Milei. Aunque Máximo Kirchner y La Cámpora han declarado que reconocerían solo una parte de la deuda, Sztulwark insiste en la necesidad de un debate público sobre el tema de la deuda.
• Justicia y Corte Suprema: El peronismo, o parte de él, denunció fuertemente la situación de la justicia en relación con la prisión de Cristina Fernández de Kirchner, lo cual debería convertirse en un proyecto claro de reforma judicial.
• Política internacional de Argentina: También debe discutirse abiertamente.
• Formas de participación popular: Reconocerlas para un futuro gobierno que se plantee como posmileísta.
Estos cuatro puntos, según Sztulwark, deben discutirse abiertamente, y lamenta la falta de producción conceptual y programática en la interna peronista. Contrasta esta situación con el bloque de clases dominantes, que plantea su programa con «bastante homogeneidad». Si bien pueden discrepar sobre la figura de Milei o los métodos (reprimir cada miércoles o cada dos), respecto a las reformas impositiva, jubilatoria y laboral, la insistencia es recurrente e inamovible a lo largo de las décadas, con un amplio consenso entre ellos. Por ello, para Sztulwark, lo interesante es ver si la organización del malestar puede bloquear, al menos en parte, ese programa consolidado.
La izquierda partidaria: De la lucha a la propuesta programática
Sztulwark destaca también los resultados de la izquierda en las elecciones, señalando que en la tercera sección electoral obtuvo dos diputados provinciales y casi un 8% en La Matanza. Este logro lo atribuye a la «militancia» y a una construcción que superó las alternativas de centro. Argumenta que el «llamado centro» siempre cuenta con la confianza del «establecimiento», recursos mediáticos y económicos, y una política profesionalizada que no compite en igualdad de condiciones con una «fuerza militante».
Por tanto, las elecciones de la izquierda partidaria tienen el mérito de ser construcciones hechas «desde la lucha y desde la artesanalidad militante». Aunque esta artesanalidad ha madurado y se ha desarrollado (mostrado incluso por programas como el de «La Izquierda Diario Más»), sigue siendo un mérito. Sztulwark, citando a Fernando Rosso, acepta la idea de que es «la izquierda que nos tocó». Un gran acierto de esta izquierda fue plantear un frente común contra la proscripción a Cristina Fernández de Kirchner cuando fue condenada y encarcelada. Este acierto demuestra que, si se pueden encontrar dinámicas de lucha democráticas comunes, también se puede hallar el terreno para un debate programático, un punto que el peronismo no tiene resuelto y donde la izquierda podría jugar un papel crucial en la cuestión estratégica y programática.
En este contexto, se plantea el debate sobre la ausencia de la CGT (Confederación General del Trabajo). Mientras la izquierda está presente en las marchas de jubilados y en los conflictos por despidos, la CGT no ha tenido la misma visibilidad. Sztulwark reconoce que esta ausencia tiene una explicación programática, incluso mencionando que la CGT fue «muy colaboracionista de Milei» y que hay sectores negociando la reforma laboral. Sin embargo, distingue entre la cúpula sindical (que puede tener una inserción «empresarial mafiosa») y las alas del sindicalismo que se diferencian de esa cúpula, sea por estar más apretados o por tener dirigentes más combativos. Lo que realmente inquieta a Sztulwark es la representación obrera y popular.
La importancia estratégica de la CGT radica en su capacidad para «frenar a Milei» debido a su control sobre sectores clave como el transporte, los puertos y la logística. El sindicalismo argentino, al mantener sindicalizados los lugares centrales de la producción y circulación, tiene una potencia considerable. Sztulwark enfatiza la necesidad de una iniciativa que discuta estrategia y programa en todo este frente: el sindicalismo (incluyendo sus distintas alas), las organizaciones sociales y populares, y los trabajadores precarios.
Mirando hacia el futuro: Potencialidades y preocupaciones
Pensando hacia adelante, Sztulwark reflexiona sobre las potencialidades que pueden surgir de este proceso, en el que un gobierno derrotado en las urnas mantiene problemas políticos y económicos, y ataca a múltiples colectivos al mismo tiempo (como el financiamiento universitario, la ley para el Garrahan, la discapacidad y los jubilados).
Advierte sobre la dificultad de distinguir los deseos de la realidad, evitando proyectar «de manera automática y caricatural» imágenes del pasado (como el 2001) a un futuro con circunstancias y generaciones distintas. Sin embargo, señala que en Argentina, desde la dictadura hasta la actualidad, la manera más eficaz de acción popular no ha pasado exclusiva ni principalmente por el partido político en el sentido liberal o el sistema electoral. En cambio, las luchas micropolíticas, puntuales o «tramas de lucha» han sido cruciales para producir diferenciaciones de conceptos, afectos y estrategias. Este es el «primer momento» que interesa a Sztulwark, donde los grupos políticos deben luego saber leer, organizar, expresar y ampliar estas dinámicas. Para él, cuando esta trama se activa, se «vuelve a respirar expectativas».
Sztulwark expresa dos preocupaciones principales para el futuro:
1. El recambio de la derecha: Se pregunta si la ultraderecha o la derecha «pesada» de Argentina tiene recambio dentro del proceso de crisis del mileísmo. Aunque tiene la impresión de que no les será tan fácil, es una primera inquietud.
2. La intervención de tipo «gubernamentalista»: Esto se refiere a la posible aparición de un «nuevo centro político», una asamblea legislativa, o un peronismo más centrista y pactista (como el peronismo junto con otros gobernadores). Sztulwark recuerda que esta fue la salida después del 2001 (el dualismo, el alfonsinismo, la iglesia con Bergoglio), bajo la idea de «unidad de centro», «unidad institucional» o «salvación nacional».
Su deseo, aunque reconoce que son solo sus «ganas», es que estas cartas no tengan posibilidades y que, en cambio, se abra un debate mucho más participativo donde el malestar social se coloque en el centro y se pueda gestar un frentismo político capaz de darle desarrollo a las luchas y demandas actuales.
En resumen, Diego Sztulwark ofrece un análisis profundo y crítico de la coyuntura política argentina, interpretando la derrota de Milei como un rechazo a su «crueldad estratégica» y como una manifestación de un malestar social que, lejos de desertar, se agrupa y busca nuevas formas de expresión. Destaca la capacidad de la sociedad argentina para transformar el victimismo en resistencia, la importancia de la izquierda partidaria en la calle y la necesidad urgente de un debate programático y estratégico tanto dentro del peronismo como en el conjunto de las fuerzas populares para construir una alternativa a la situación actual.
Sus reflexiones invitan a pensar en las complejidades y potencialidades de un momento de crisis, donde el futuro se definirá entre la repetición de viejas soluciones institucionales o la audacia de nuevas articulaciones políticas que canalicen el descontento social hacia una transformación real.