El 16 de septiembre, junto a San Cornelio, se conmemora a San Cipriano de Cartago, uno de los Padres de la Iglesia Latina y una de las figuras más influyentes del cristianismo norafricano. Nacido alrededor del año 210 en una familia pagana noble de Cartago (actual Túnez), Cipriano recibió una excelente formación en retórica.
Se convirtió al cristianismo en la edad madura y, poco después de su bautismo, fue elegido obispo de Cartago en el año 249. Su episcopado fue breve pero extremadamente intenso, marcado por las persecuciones de Decio y Valeriano, y por la controversia de los «lapsi» y el cisma novaciano.
San Cipriano fue un firme defensor de la unidad de la Iglesia y un gran teólogo de la eclesiología. Sus escritos, como «De unitate Ecclesiae» (Sobre la unidad de la Iglesia), son fundamentales para comprender la estructura y la naturaleza de la Iglesia. Apoyó al Papa Cornelio en la postura de la misericordia hacia los lapsi arrepentidos, defendiendo que la Iglesia tiene el poder de perdonar todos los pecados.
Durante la persecución de Valeriano, Cipriano fue exiliado y finalmente martirizado por decapitación en el año 258, dando un testimonio supremo de su fe. Su vida y su obra son un legado de fortaleza pastoral, sabiduría teológica y celo por la unidad de la Iglesia.