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La economía vuelve al centro de la escena

lunes, 10 de noviembre de 2025 02:00

Quedan algunos coletazos del ámbito político como el reordenamiento de las fuerzas legislativas a partir del mes de diciembre, cuando se haga efectivo el recambio de bancas en el Congreso; las internas de oficialismo y oposición, evidentes pese a los diferentes planos anímicos que transitan; y la reconfiguración del diálogo Nación-provincias, donde los gobernadores se acercan parcialmente al diálogo, empujados por sus propias urgencias, mientras la Casa Rosada los convoca impulsada por el interés de incrementar su todavía débil potencia parlamentaria. Las cartas están sobre la mesa y se avanza con unos y otros cruzando gestos y miradas, calculando dónde tendrán que ceder y dónde podrán presionar. Todo matizado con especulaciones y prematuras proyecciones hacia 2027. Pero el hecho objetivo es que el año electoral se apaga y lentamente vuelve al centro de la escena el panorama económico.

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Es precisamente el terreno económico el que plantea gigantescos interrogantes, porque ni siquiera el indiscutible triunfo libertario en las urnas modifica los severos interrogantes que rondan sobre el manejo de las finanzas del país. Puede el Gobierno sentirse más relajado porque eludió -apoyo de Donal Trump mediante- el abismo que hubiera significado una caída en la intermedias, pero ese termómetro no altera un plan que hasta aquí no da resultados y apenas muestra números atados con alambre y de incierto rumbo.

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Esa fragilidad no se señala desde ópticas partidarias, sino desde la estricta objetividad de las cuentas fiscales, donde se presume sin ningún logro concreto, con esfuerzos descomunales por mantener las formas y mantener un status quo de pseudoestabilidad a cualquier costo. Los opacos méritos que exhibe Javier Milei se limitan a mantener pisada la cotización del dólar y los índices inflacionarios que crecen sin escandalizar. Pero a cambio de ello, el país está cada vez más sepultado en deudas que se multiplican sin cesar, completamente impagables desde hace rato, salvatajes de todos los colores cuyas condiciones se desconocen, y un ajuste interminable que invariablemente pagan asalariados, productores, comerciantes e industriales, mientras solo se beneficia el selecto grupo de jugadores de la timba financiera. Argentina no ha resuelto en los últimos dos años ninguno de sus problemas crónicos y muchos de ellos han empeorado significativamente, pero, solo con disimular los síntomas más visibles, el Gobierno ha logrado convencer a buena parte del electorado de que marcha en el rumbo correcto. Los meses que se vienen servirán para corroborar cuánto resiste esa burbuja de estabilidad, cuestión que difícilmente preocupe a los amigos del JP Morgan que manejan los hilos, porque no estarán cuando haya que afrontar las consecuencias de los préstamos sobre los que caminan.

El Esquiú.com

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