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Si queremos energía, necesitamos un Estado

Por Aldo Palavecino

Los días miércoles y jueves (5 y 6 de marzo), los catamarqueños vimos por TV a la ciudad de Buenos Aires afectada por una ola de calor y a millones de personas sufriendo por cortes de energía. El miércoles, dos apagones enormes, y el jueves, un día con más calor que el anterior, con cortes de servicio también muy amplios. Por las calles de Buenos Aires, los comercios que tenían encendían generadores para abastecerse de energía; el mismo paisaje que alguna vez tuvo la peatonal Rivadavia de Catamarca.

Fueron los años en que una empresa privada, EDECAT, estaba a cargo de distribuir la energía en Catamarca. Tenía la misma responsabilidad que tienen hoy EDESUR y EDENOR en Buenos Aires, es decir llevar energía a la casa de los usuarios.

Como a la EDECAT de los Taselli, a EDESUR y EDENOR se les cuestiona hoy la falta de inversión en el sistema energético, principal causa de los apagones que sufrieron millones de porteños.

Como en los tiempos de EDECAT, en el Buenos Aires actual el Estado se desentendió de la cuestión energética. Ante la crisis, el titular del Gobierno de CABA, Jorge Macri, se limitó a decir que el problema “no depende de la Ciudad”. Nadie del Gobierno Nacional emitió opinión alguna, ni siquiera porque fue la Secretaría de Energía de Nación la que permitió “sincerar” las tarifas hasta un 600% en 2024; se aseguraba que semejante actualización tarifaria se volcaría a inversiones que solucionarían los apagones. La realidad mostró que los tarifazos no derivaron en inversiones.

El contraste de ese complejo panorama, muy bien pintado por los generadores en las veredas, es la Catamarca actual.

El sistema de distribución de energía en la provincia, operado por EC SAPEM, respondió satisfactoriamente a los últimos picos de demanda de los usuarios. 317 MVA los últimos días de febrero de 2025 (EDECAT dejó un sistema colapsado, que solo abastecía un pico de 83 MVA; después de ese consumo pico, al no poder abastecer más usuarios, se iba al corte).

La operación de distribuir energía en una provincia con una extensión territorial de 102.604 km/cuadrados (Buenos Aires solo tiene una extensión 203 km/cuadrados), implica hacerse cargo de solucionar miles de problemas derivados de una extensa red de líneas que atraviesan ciudades, campos, ríos y montañas. Pero si hay algo que EC SAPEM garantiza es que para cada problema habrá una solución.

Pasar de distribuir 83 a 317 MVA en 12 años demandó mucho trabajo e inversiones de los gobiernos de Lucía Corpacci y Raúl Jalil, trabajo e inversiones que no hizo EDECAT, sino que hizo una empresa del Estado catamarqueño; a modo de ejemplo, hay que resaltar que solo en el 2024 se ejecutaron obras claves de infraestructura de distribución en el norte y sur de la Capital y en el interior, y se llegó a duplicar la capacidad operativa de la Estación Transformadora Pantanillo. A la par de esas obras millonarias, se ejecutaron 180 obras de mediana envergadura de mantenimiento y mejoras en todo el territorio provincial. Eso explica la respuesta satisfactoria del sistema frente a las últimas olas de calor.

En fin, el contraste de ciudades o estados con o sin problemas de energía, o mejor dicho una con gravísimos problemas de desinversión y otra casi sin problemas estructurales, no debe llevarnos al falso debate de si privados sí o privados no.

Pero tampoco debe llevarnos al engañoso debate Estado sí o Estado no.

El Estado sí o sí debe cumplir su rol de controlar y sancionar al privado a cargo de un servicio público concesionado; el Estado debe autorizar tarifas razonables que se vuelquen en inversiones que garanticen sostenibilidad. En su defecto, es el Estado el que debe encargarse de brindar un servicio moderno y asequible.

Es decir, Estado sí o sí.

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