sábado, 15 de marzo de 2025 00:57
Si Hamilton resucitara sentiría que no estaba equivocado el mayor de sus temores: que llegue a la presidencia del país que ayudó a crear, un agente de otro país. También Madison compartía con Alexander Hamilton esa preocupación que el escritor Richard Condon describió en la novela “The Manchurian Candidate”, en la que llegaba al Despacho Oval un veterano de la Guerra de Corea al que le habían lavado el cerebro en un campo de concentración en Manchuria.
El magnate neoyorquino y su vicepresidente JD Vance emboscaron a Volodimir Zelenski, tras haberle exigido devolver los cientos de miles de millones que recibió en armamentos.
Zelenski fue a Washington a firmar el acuerdo que concede a Estados Unidos sus tierras raras, pero exigió que Trump se comprometa con la seguridad de Ucrania. Y es lógico que lo exija un país invadido por la potencia a la que entregó los arsenales nucleares soviéticos que poseía, cuando su entonces presidente, Leonid Kuchma, debió aceptar el Memorándum de Budapest de 1994 presionado por Washington y Londres, por entonces convencidos de que Boris Yeltsin haría de Rusia una democracia confiable.
The Manchurian Candidate
Si Ucrania no hubiera entregado sus misiles nucleares, Putin no habría podido invadirla sin activar la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada. Ahora Kiev necesita que EE.UU. y Europa cumplan con el compromiso que asumieron en 1994.
¿Es excesivo qué un país invadido por una potencia nuclear reclame garantías de que Putin no retomará su belicismo expansionista hasta deglutir toda Ucrania? Si vivieran Churchill, Roosevelt, Truman, Adenauer y De Gaulle, responderían a coro “Nooooo!!!”. Pero en la Casa Blanca hubo una emboscada para que Rusia y el mundo vieran capitular a Zelenski de manera humillante. Lo que no calculó Trump es que el líder eslavo se defendería y no firmaría la rendición incondicional que le pusieron en la mesa.
A Trump y Vance la jugada les salió mal porque, en la escena que vio el mundo, ellos son los forajidos que maltratan a un forastero para arrodillarlo frente a un villano ruso.
Trump, Vance y el trumpismo 2.0
La mención de Trump a la Tercera Guerra Mundial fue repetir lo que Moscú viene diciendo: Rusia no será derrotada porque Putin es el único líder dispuesto a lanzar un ataque nuclear. Trump pudo haberlo dicho con otras palabras. Por ejemplo: “escucha pequeño y petulante idiota, tienes que firmar ahora la paz que consigamos porque Putin no aceptará nada que no sea una victoria clara y contundente sin causar una devastación nuclear a tu país y al resto de Europa”.
Eso es cierto. El líder ruso posee la insania moral que desataría el infierno atómico. Pero ¿por qué Europa, aun aceptando que Rusia se quede con Crimea y parte del Dombas, desafía una amenaza que Putin es capaz de cumplir? ¿Se ha vuelto una región suicida? No, pero es consciente de que dar a Putin una rendición incondicional de Ucrania no traerá la paz, si no más guerras expansionistas.
No es que a Trump de verdad le interese evitar más muertes. Actúa por identificación ideológica con el líder ruso y con la geopolítica del ideólogo del ultranacionalismo ruso, Alexander Dügin. Por eso entrega Ucrania y abandona a Europa bajo la oscura sombra rusa, mientras rediseña la nueva geopolítica norteamericana, restringida a la totalidad del hemisferio norte del continente americano.
Trump y Putin
Tampoco parece cierto que Trump favorezca a Putin para alejar a Rusia de China. En el capítulo III de su célebre novela distópica llamada “1984”, Orwell describe un mundo divido en tres inmensos bloques liderados por tres gigantes: Estados Unidos, Rusia y China-India.
El tercer bloque, constituido por Asia y Oceanía, nacería después de que Rusia absorbiera a Europa constituyendo Eurasia. Esa geopolítica planteada primero en la ficción literaria, es la que está en la cabeza de Trump, Putin y Xi Jinping. Los líderes de Rusia y China avanzan hacia esas metas sin explicitarlas, mientras que el presidente norteamericano las piensa en voz alta y actúa en consecuencia.
Si este enfoque es correcto, el argumento difundido por los think tanks trumpistas es falaz. Según ese argumento, el jefe de la Casa Blanca prioriza acercarse a Rusia para alejarla de China. Algo así como la jugada de Nixón y Kissinger con Mao y Chou En-lai, pero al revés.
Nixon y Mao
Aquel gobierno republicano impidió cualquier acercamiento entre la URSS y China comunista, firmando un acuerdo que sacó al régimen de Mao Tse-tung del aislamiento en Occidente. Pero el líder ruso que se alió con Irán y con el régimen norcoreano, además de ser rescatado económicamente por China, no va alejarse del gigante asiático porque Trump le entregue Ucrania.
En realidad Trump le reconoce a Rusia un derecho natural a imponer su fuerza en Europa, conformando Eurasia tal como la describe Dügin, el ideólogo del Kremlin, en su Cuarta Teoría Política y en su libro Eurasian Mission. Por eso, en su primer gobierno, Trump comenzó a destartalar la OTAN.
Es cierto que Europa debe invertir más en seguridad, pero Washington no aportaba más porque desde Truman hasta Biden los presidentes norteamericanos fuesen bobos que se dejaban timar por Europa. Lo hacía porque la base geográfica del poder norteamericano incluía a Europa occidental además de Japón, Corea del Sur y Filipinas en el Extremo Oriente, y Australia y Nueva Zelanda en el Pacífico Sur.
Trump rediseña esa geopolítica al gusto del ultranacionalismo de gobierna Rusia, China y la India: Putin, Xi y el ala radical del partido nacional-hinduista Bharatiya Janata, liderada por Narendra Modi.
Ese rediseño del mapamundi alarma a los países que quedarán bajo la fuerza india, Pakistán, Bangladesh, Nepal, Bután, Myanmar y Sri Lanka; así como los uigures de Xingiang ante el supremacismo de la etnia Han, y también a Japón, Corea del Sur y Filipinas frente al expansionismo marítimo chino, además de toda Europa a la sombra de Rusia.
El primer gobierno de Trump no sólo preparó el terreno para abandonar la OTAN; también trabajó por el Brexit, ruptura que debilitó a Europa, además de apoyar a los partidos ultraderechistas por ser euroescépticos pro-rusos deseosos de destruir la UE.
No es China lo que corre a Trump hacia Moscú. Es la visión geopolítica que desnudó al proponer la expropiación del Canal de Panamá, anexar a Canadá y comprar Groenlandia.
Claudio Fantini
Noticias – Perfil