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Algo en que pensar mientras lavamos los platos

Rodrigo L. Ovejero

En un mundo con tanta incertidumbre, donde todo parece relativo, uno casi no puede darse el lujo de tener certezas, y entre las pocas que yo tengo se encuentra la convicción de que la vida de un canario en el siglo XIX no ha de haber sido fácil. Es verdad que en la actualidad muchos viven en jaulas, presos, sus alas e ilusiones cercenadas, pero en aquel entonces podían tener un destino mucho peor: las minas de carbón. El canario tiene una especial sensibilidad a ciertos gases en el ambiente, ante cuya presencia no duda en caer muerto, y no de risa. Los mineros descubrieron que de este modo podían advertir la presencia de estos gases antes de que fueran fatales para ellos, y desde entonces al bajar por los socavones llevaban un canario en una jaula. En el momento en que el canario cantaba los primeros compases de la marcha fúnebre, había que salir corriendo.

El concepto, a diferencia de los canarios, sobrevivió, y la expresión “canario en la mina” o similar quedó identificada como la referencia a algo o alguien que sirve de ensayo de un peligro para que otros puedan evitarlo, y puede utilizarse en toda clase de ámbito. Por ejemplo, en la antigüedad en los grupos de amigos se enviaba al más ansioso a intentar colarse en fiestas o conseguir la atención de grupos de mujeres, para que se arriesgara en solitario al escarnio de la expulsión o el desprecio del rechazo. Este sacrificio, lejos de resultar vano, se hacía por el bien de la especie, que, contando con nueva información, podía enfocar sus energías en empresas menos riesgosas.

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En algunas aguas termales, hace muchos años, uno podía contar con una variante de este sistema que consistía en sumergirse junto a una rana –previamente enjaulada, en lo posible- y abandonarse a las corrientes cálidas con la tranquilidad de que, mientras la rana nadara, la temperatura no era peligrosa.

Desde finales del siglo pasado ya no se usa este método de detección de gases, sino que se echa mano a aparatos eléctricos, más precisos y duraderos. Los canarios se empezaron a despedir definitivamente de una vida trabajando en la minería cuando Inglaterra prohibió su uso de canarios en minas de carbón, en el año 1986, por lo que no resulta aventurado atribuir la libertad definitiva de estas aves a la influencia de Diego Armando Maradona. Sin embargo, no todo fueron rosas: muchas de estas aves no contaban con otros medios de vida, no conocían otro modo de ganarse el mijo de cada día. Algunos siguieron trabajando de manera clandestina, disfrazados de palomas u otros pájaros que no le importan a nadie. Otros cayeron en el alcoholismo, el juego, las drogas y otros callejones sin salida. Incluso a veces puede verse alguno en la mesa más oscura de un bar, de madrugada, con la mirada perdida, en su tenue trino las notas inconfundibles de “La zamba de los mineros”, viviendo el sueño del vino.

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