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La historia desconocida de Tango Argentino, el espectáculo que mostró lo mejor de nosotros e hizo bailar a todo el planeta

El espectáculo Tango Argentino cumple este 10 de noviembre 40 años desde su estreno en el Teatro de Châtelet de la ciudad de París. Es el éxito más colosal que haya tenido algo nuestro relacionado con la danza en el plano internacional, con una década de giras por el mundo. Y algo quizás más importante: gracias a Tango Argentino volvió a bailarse tango en la Argentina y en el resto del mundo.

Es decir, más allá de los enormes valores del espectáculo y de lo muy original que fue su propuesta, es excepcional que una creación concebida para la escena haya logrado que innumerables aficionados comiencen a poblar las pistas de los salones de baile para sumergirse en el tango, aquí en el país y también, prácticamente, en el planeta entero.

Esta expansión a la vez local y planetaria del género porteño se debió a una circunstancia fortuita aunque nacida de la cabeza y del alma de alguien llamado Claudio Segovia (Buenos Aires, 1933).

Escenógrafo y vestuarista refinado, muy exitoso aquí y en el exterior, Segovia empezó concebir a comienzos de la década del ’70 un espectáculo consagrado al tango, pero ya en el rol de director; una época, quizás no hace falta decirlo, en la que la edad de oro del género había quedado muy atrás y era apenas un recuerdo brumoso de gente nostálgica.

Esto era muy particularmente pertinente en relación al baile como forma de danza social. Los salones grandes y pequeños de los clubes barriales, que habían albergado las populares milongas, estaban virtualmente desaparecidos; sólo unos pocos antiguos milongueros resistían en algunos reductos.

Había, sí, parejas de baile de tango profesionales con mejor o peor suerte: el arco de lugares de trabajo posibles abarcaba desde los locales con shows para turistas, algunos clubes nocturnos y otros tantos cabarés de mala muerte.

Pero muchos de ellos eran artistas auténticos, formados a la vez en las milongas y en los escenarios, no importa en qué tipo de escenarios.

Un momento de Un momento de «Tango Argentino», el espectáculo que recorrió el mundo.

Buscando un productor y tesoros ocultos

Claudio Segovia pasó una década tratando de que en Buenos Aires alguien se interesara por producir un espectáculo que recuperara lo que en muchos casos eran tesoros ocultos.

Dijo muchos años más tarde: “He intentado reflejar en el escenario una vida que existe en la realidad y que al mismo tiempo se conforme como una entidad escénica. Busco la pureza, las raíces, pero con artistas que tengan dominio del escenario, que no se acobarden ante el público, que puedan dar lo máximo de sí. Elegí gente que según mi juicio era la más auténtica, la más verdadera, y creo que no me equivoqué”.

En 1983, después de un éxito rotundo con su anterior espectáculo Flamenco puro -hecho con el mismo tipo de artistas que luego conformaron Tango Argentino, es decir gente con raíces populares-, Segovia fue invitado al Festival de Otoño de París para presentar algo que fuera totalmente diferente a lo que solía verse allí.

Había llegado el momento de Tango Argentino: Segovia y su gran colaborador Hector Orezzolli, armaron el elenco, la estructura de la obra -números musicales, de danza y de canto- y con un dinero dado por la madre de Segovia se compraron el vestuario, los zapatos y las pelucas.

Estos fueron prácticamente todos los fondos con los que contaron. Y para llegar a París, un avión de mercaderías que el gobierno argentino les había facilitado.

Claudio Segovia, el  creador de Tango Argentino. Claudio Segovia, el creador de Tango Argentino.

El elenco, fuera de la belleza convencional

Además de las parejas de bailarines -entre los que se contaban Juan Carlos Copes y María Nieves, Nélida y Nelson, Virulazo y Elvira, Mayoral y Elsa María-, viajaron José Libertella y el Sexteto Mayor, Horacio Salgán, Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, Jovita Luna, Elba Berón y el actor Jorge Luz con un número humorístico.

Las expectativas no eran muy altas: había pocas entradas vendidas de antemano, el tango en sí no representaba ningún atractivo y el elenco, constituido por artistas maduros y fuera de los cánones de belleza convencionales, tampoco.

Es habitual recurrir a Virulazo y Elvira para mostrar un tipo de pareja de Tango Argentino.

Él estaba lo que hoy diríamos “excedido de peso”. Ella era de una delgadez extrema y juntos conformaban una extraña pareja. En el momento en que fueron invitados por Claudio Segovia se dedicaban a levantar apuestas en la quiniela clandestina y habían formado, como dijo Elvira años después, una linda clientela.

Fueron una de las parejas más admiradas de Tango Argentino; entre otros miles de espectadores, por Martha Graham y Mijail Barishnikov. Cuando entraban al escenario, su presencia provocaba asombro, a veces risas, y luego una admiración sin límites.

El estreno se produjo el 10 de noviembre de 1983 en el Teatro de Châtelet, que tenía una capacidad para 3.000 espectadores.

Los periodistas, que habían visto una parte del ensayo general, escribieron enormes elogios en varias páginas de los principales diarios y ese mismo día se agotaron las entradas para el debut y para todos los días subsiguientes. Mucha gente se ofrecía a comprar entradas al precio que fuera. La municipalidad de París declaró al piso del teatro en peligro de hundimiento.

José Libertella, bandoneonista del Sexteto Mayor, músico de José Libertella, bandoneonista del Sexteto Mayor, músico de «Tango Argentino». Foto: AFP Los amigos argentinos de Segovia que vivían en París -Marilú Marini, Copi, Edgardo Cozarinsky- y que estaban en el estreno, lo abrazaban llorando: “Nos pasamos treinta años odiando el tango y resulta que la vida es un tango”.

De París al mundo

Tango Argentino subió a una ola siempre creciente que no se detuvo durante una década. En 1985 se presentó en Nueva York y la lista de personalidades famosas que se contaron entre los espectadores es demasiado extensa para reproducirla aquí.

La obra estuvo casi seis meses en cartel y se hicieron doscientas funciones.

Un crítico de la revista Time había escrito: “Supongamos que uno quisiera montar un fracaso en Broadway y anduviese a la pesca de malas ideas. ¿En qué podría pensar? Veamos qué tal esto: un grupo de 15 bailarines argentinos, entrados en años y a veces en kilos, bailando ese viejo y decadente favorito, el tango. Agreguemos cuatro cantantes llorando sus penas en español y una orquesta cargada de bandoneones: la marquesina bien puede decir ‘desastre’”…

«Pero la lógica no siempre prevalece en Broadway, donde audiencias a sala llena han transformado a Tango Argentino en el éxito sorpresivo de la temporada”, concluía.

El espectáculo de Segovia y Orezzolli giró incesantemente por el mundo durante una década y despertó la pasión por bailar tango. Ya el público salía del teatro intentando copiar, como podían, los pasos que acababan de ver.

Claudio Segovia, creador del Tango Argentino, buscó durante mucho tiempo quien financie el espectáculo.Claudio Segovia, creador del Tango Argentino, buscó durante mucho tiempo quien financie el espectáculo.Así, muchos de los bailarines del elenco hicieron repartir a la salida de las funciones tarjetitas con sus datos ofreciendo clases para potenciales alumnos. Fue un efecto de bola de nieve.

Se conoce bien la existencia de innumerables bailarines de tango que dan vueltas por el mundo dictando clases, participando en festivales organizados en lugares tan imprevisibles como Vietnam o Marruecos y haciendo shows en la corte de algún jeque árabe o en algún país exótico como Uzbekistan, en el Asia Central.

Se sabe también que en los últimos 40 años se han multiplicado los salones de baile (las llamadas milongas) en Buenos Aires, en muchos otros puntos del país y en el resto del planeta. Que hay campeonatos mundiales con sede en esta ciudad y que un gran festival de tango organizado por el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, cumplió este año su edición número 20.

Sin embargo, no está del todo presente en la memoria colectiva de una gran parte de los coreógrafos y bailarines de tango, dónde reside el origen de ese fenómeno.

Tango Argentino llegó a Buenos Aires casi diez años después de su estreno original. Hubo cuatro visitas: en 1992, 1999, 2006 y 2011. La última fue organizada por el Gobierno de la Ciudad en un escenario levantado al lado del Obelisco. Pero la difusión aparentemente no fue muy eficiente y la concurrencia no estuvo a la atura de lo que el espectáculo merecía. Dicen que nadie es profeta en su tierra.

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